Acerca de la Palabra de Dios

Primera parte: La Biblia

Introducción:
En este momento nos encontramos en una ocasión muy especial respecto a la Palabra de Dios:
Por una parte, a este año la Iglesia en la República Dominicana le ha dado un enfoque temático bíblico al asumir como lema del año “Dichoso los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”, tomada de Lucas 11,27-28: Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!». Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».
Es una invitación a convertir la Palabra oída en vida:
­ Para el cristiano la Palabra de Dios es mucho más que papel y letra.
Al convertirla en vida se alcanza una bienaventuranza, la felicidad.
Por otra parte el mes de septiembre está dedicado a la Biblia por los cristianos de habla hispana y, en la República Dominicana, una ley de la década de los 80 establece el 27 de septiembre como día de la Biblia. Las razones son:
Para los católicos, septiembre es el mes de la Biblia porque el 30 de septiembre es el día de san Jerónimo (Dalmacia, 340 - Belén, 420), un santo que dedicó su vida a la primera traducción que se hizo de la Biblia de los textos del griego y del hebreo a un lenguaje llamado vulgar como el latín, por eso se le llamó la “vulgata”.
­ Vulgata significa “del pueblo”.
­ Hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, ese fue el texto bíblico oficial de la Iglesia Católica romana.
Las demás denominaciones cristianas, no católicas, también consideran septiembre como el mes de la Biblia porque el 26 septiembre del 1568 se terminaron de imprimir los primeros ejemplares de una versión en español realizada por Casiodoro de Reyna.
Cabe destacar aquí que ya unos 200 años antes, a un alemán llamado Gutenberg se le atribuye la invención de la imprenta y que sus primeras impresiones fueron precisamente un misal y la Biblia en su versión católica conocida como la Vulgata.
De modo que esta es una ocasión especial para reflexionar acerca de la Biblia, qué es y qué se espera de nosotros respecto a ella.
Sobre ella se ha escrito y hablado mucho a través de los tiempos; se ha manoseado bastante; es, por mucho, el libro que más se ha impreso en el mundo: de 2,500 a 6,000 millones de ejemplares.

Qué no es la Biblia
Quizás, para entender lo que es la Biblia sería conveniente explicarlo a partir de lo que ella no es, porque lo que sí es está contenido en el desarrollo de toda esta reflexión de hoy.
No es un libro ordinario: no es un conjunto de páginas con información de algún tipo, únicamente para yacer en algún estante de libros o en cualquier otro lugar y ser tratado como los demás libros.
No tiene autor humano: es el Espíritu Santo que ha inspirado a los hagiógrafos a escribir lo que Dios quiere transmitir en la Palabra divina escrita en nuestro lenguaje para ser entendida por nosotros.
Su interpretación no es personal: está dirigida al género humano, a los hombres y mujeres de todos los tiempos. La Iglesia, con el auxilio del Espíritu Santo, es el interprete por excelencia; nosotros, como Iglesia, al leerla pedimos siempre el auxilio del E.S. para que nos ayude a entenderla.
La Biblia no es una mera obra literaria: es la Palabra de Dios.
En un curso, una humilde señora hacía las mejores reflexiones de los textos bíblicos asignados como tarea hogareña; preguntada por alguien sobre cuál era la versión de la Biblia que ella leía, para adquirir ese libro, la dama respondió temerosa “no sé leer, sólo escucho lo que otro lee”.
­ Ni sabía cuál era la versión;
­ era el Espíritu actuando en ella.
No se reduce a ser tan sólo un tratado de alguna rama del conocimiento humano: no es un libro de matemáticas, biología, medicina, geografía, ni de ninguna otra área del saber terreno; en ese sentido, por ejemplo, veamos algo sobre los números:
5 representa algunos
7 significa plenitud, perfección
70 veces 7 no significa 490
40 significa un gran número, la duración de una generación
12 significa la elección, al respecto 144,000 debe entenderse como un número simbólico
Los censos, las poblaciones, las edades, las cantidades de generaciones, y muchas otras cosas se expresan con esa simbología numérica en los textos bíblicos.
666, el número que identifica a la bestia, citado en el apocalipsis, tiene un sentido gemátrico, es decir es una suma de los valores asignados a cada carácter hebreo de un nombre. Los especialistas lo han calculado con exactitud relacionándolo con el nombre del Cesar romano Nerón de la época de las persecuciones cristianas de la época en que se escribió ese libro de la Biblia. 

Mensaje divino escrito en lenguaje humano
Entonces aterrizamos a lo que queremos: ¿qué es la Biblia?
La Carta a los Hebreos comienza de este modo: Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo.
Es Dios que nos habla; es la Palabra de Dios dirigida al género humano; es Dios hablando hoy directamente a cada uno de nosotros en nuestro propio idioma.
Pero expresar la Palabra de Dios ha requerido de la participación de personas de distintos tiempos y culturas que lo han hecho, inspirados por el Espíritu Santo, en formas y expresiones literarias distintas, en el contexto de sus respectivas épocas y culturas.

Géneros literarios en la Biblia
Los hagiógrafos han usado los géneros y estilos que han considerado idóneos para transmitir sus mensajes. Así vemos en la Biblia:
Poesías, como en el Libro de los Salmos y en el Cantar de los Cantares, entre otros;
Himnos y cánticos; aparecen con frecuencia en los salmos, en el Nuevo Testamento son famosos el Magnificat (Proclama mi alma la grandeza del Señor…) y el Benedictus o cántico de Zacarías (Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo…)así como en algunas de las cartas de Pablo;
Refranes; como en Ezequiel 18,2: ¿Por qué andan repitiendo este refrán en la tierra de Israel: «Los padres comieron uva verde, y los hijos sufren la dentera»?; están presentes en todos los libros sapienciales como el Libro de la Sabiduría, en el Eclesiástico y en el de los Proverbios. De hecho, proverbio significa refrán sabio.
Fábulas; Jueces 9,7-15: Cuando se lo informaron a Jotam, fue y se paró en la cumbre del monte Gerizim, y alzando su voz, clamó y les dijo: Escuchadme, habitantes de Siquem, para que os oiga Dios. Una vez los árboles fueron a ungir un rey sobre ellos, y dijeron al olivo: "Reina sobre nosotros". Mas el olivo les respondió: "¿He de dejar mi aceite con el cual se honra a Dios y a los hombres, para ir a ondear sobre los árboles?"
Parábolas; género muy conocido por nosotros por los Evangelios, que expresa una idea con ejemplos de la vida ordinaria y la naturaleza; ejemplo parábolas del hijo prodigo, del sembrador, de la oveja perdida, etc.
Narraciones históricas; dentro de la narración, el género referido a la historia no es exactamente como lo conocemos en la historia patria o en la historia universal. 
Aquí se refiere a la historia de la salvación; la de un pueblo interpretada y narrada a la luz de la acción de Dios para hacer suya a una comunidad de donde habría de venir la salvación del mundo.
Los acontecimientos son narrados bajo el enfoque dual de que, por una parte, la desobediencia a Dios son la raíz de los males, y por la otra parte, es Dios quien actúa en el devenir de los hechos que llevan a superar esos males.
Es una historia continua que se manifiesta en la propia historia de nosotros.
Como ejemplos con este género tenemos a lo 5 libros del pentateuco, Jueces, Samuel, Libros de los Reyes, Crónicas, Los Libros de los Macabeos, Los Evangelios, Hechos de los Apóstoles. 
Historias instructivas noveladas; dentro de la narración, también está un subgénero donde participan personajes y lugares, históricos o no, para con ellos redactar un episodio ejemplarizante de lo que el bien es capaz de lograr cuando se actúa conforme a él.
En este género podemos citar los Libros de Job, Tobías y Ester.
En un mismo libro pueden aparecer varios de estos géneros.
Lo importante es entender que sea cual sea el género literario en que se haya escrito, es el mismo Dios que nos está hablando hoy mediante su Palabra.

El Antiguo anuncia al Nuevo Testamento
Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo.
El hecho de que sea antiguo, no quiere decir que no sirva.
En el Antiguo Testamento se narra la historia del pueblo escogido y la alianza que Dios hace con él; contiene 46 libros. Los primeros 5 libros constituyen el Pentateuco. También contiene otros libros históricos, libros proféticos, y libros sapienciales.
En el Nuevo testamento, Cristo y el anuncio de su mensaje constituyen el tema central. Contiene 27 libros: los Evangelios en sus 4 versiones, los Hechos de los Apóstoles, las Cartas Paulinas, las Cartas católicas y el Libro del Apocalipsis.
Sin embargo Cristo ya es prefigurado y anunciado en el Antiguo Testamento.
Al comienzo de la Biblia hay un pasaje denominado el Protoevangelio que anuncia a Cristo, su misión, y la forma humana en que vendría al mundo mediante María; Gen 3,15: Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón.
­ Tras la caída de Adán y Eva, la humanidad no es dejado abandonado a la muerte.
­ Dios anuncia un futuro en que alguien que nacería de mujer vencería al maligno.
­ Ese es Jesús, san Pablo lo llama nuevo Adán; la mujer es María, la nueva Eva que reivindica el papel femenino.
Por otra parte, recordemos los cánticos del Siervo sufriente. Vemos en Isaías desde 52,13 hasta 53,11: Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande. así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído. ¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor? El creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos. Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo. Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca. El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos.
Es decir ya en el AT  se vislumbra a Cristo como el Salvador; algunas otras de las tantas prefiguraciones también son:
­ Adán lo prefigura como obra excelsa de Dios y por ser lo opuesto a Cristo.
­ Abel, pastor de ovejas y muerto injustamente; Cristo, pastor de almas que muere por nosotros.
­ Melquisedec, rey de justicia y de paz; Jesucristo, sumo y eterno sacerdote según el rito de Melquisedec.
­ Isaac, hijo único de Abrahán y el sacrificio que se iba a realizar con él.
­ José, vendido como esclavo a extranjeros, y su ropa empapada de sangre por sus hermanos; prefigura a Jesús, que vendido por Judas es luego entregado a los Romanos; que se reparten su ropa.
­ Moisés, el profeta de la ley que hablaba de tú a Tú con Dios y liberó al pueblo de Israel de la esclavitud del faraón; Cristo, tan íntimo con Dios, que es Dios, el nuevo Moisés que libera a la humanidad de la esclavitud del pecado.
­ El cordero pascual, un cordero sin tacha que los judíos comían en pascua; es prefiguración de Cristo, el Cordero inmaculado que quita los pecados del mundo.
­ La nube que acompañaba al pueblo de Israel en el desierto.
­ La piedra de la que bebieron agua los israelitas en el desierto.
­ El maná del desierto, prefiguración eucarística.
­ La serpiente de bronce que se elevaba para obtener curación; Jesús fue elevado en la cruz para salvarnos.
­ El tiempo que duró Jonás en vientre del pez.
­ Todos esos pasajes, y muchos otros, son leídos también en clave cristológica.

Evangelios
Dediquemos ahora unos párrafos para referirnos a las distintas versiones de redacción de los Evangelios.
Dentro del estilo literario de narraciones históricas, como expresamos sobre este género, no es exactamente historia como conocemos en los libros de texto;
aunque el personaje central es Cristo, tampoco son biografías de Jesús.
Para poder entender adecuadamente esta importante sección del Nuevo Testamento, debemos de conocer algunas particularidades:
Los primeros libros del NT en ser redactados no fueron los Evangelios, sino algunas de las cartas, que circulaban y eran leídas en las comunidades.
Las palabras y hechos de Jesús se transmitían oralmente.
Los Evangelios de Marcos y Mateo fueron escritos de 30 a 40 años luego de la crucifixión de Cristo; Lucas escribió unos 50 años después de crucifixión de Cristo  y Juan 60 años después del evento salvífico.
Cada evangelista hizo una redacción dirigida a un tipo de comunidad específica y de acuerdo a los fines catequéticos que perseguía.
­ El primero de los milagros de Jesús que es narrado en el texto de cada Evangelio es diferente, expresando algo de la finalidad catequética del evangelista.
Marcos, fue discípulo de Pedro y acompañante de Pablo en uno de sus viajes, donde tuvo cierto percance con este último.
­ Cronológicamente es el primero en escribirse.
­ Es el más breve. Fue escrito en griego.
­ Su discurso está dirigido a cristianos de origen pagano, por eso explica algunas costumbres judías y expresiones arameas que podrían no ser entendidas por los lectores.
­ En general, no insiste mucho en detalles relativos a la ley y cultura judía.
­ Se centra más en los hechos de Jesús que en sus discursos.
­ El primer milagro narrado tiene que ver con  la preocupación de los paganos; Marcos 1,23-25: Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre».
Mateo, un israelita cobrador de impuestos que fue llamado directamente por Jesús a ser Apóstol, hizo una redacción en arameo dirigida a una comunidad de israelitas cristianos; en ese sentido, el Evangelio según san Mateo:
­ Presenta a Jesús como aquel en quien se cumplen las profecías y anuncios del AT acerca del Mesías;
­ Por eso, la genealogía es de importancia.
­ Se caracteriza por resaltar los discursos de Jesús.
­ El primer milagro narrado es la cura de un leproso. Mateo 8,2-3: Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme». Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra.
­ La lepra era símbolo de pecado y la preocupación por ella aparece desde ley dada en el Pentateuco.
Por su parte, Lucas, médico de profesión, compañero de viaje de Pablo y, diríamos, también su discípulo, escribió en un impecable griego su obra de dos tomos, siendo el primero el Evangelio.
­ Está dirigido a una comunidad de cristianos de cultura griega.
­ Es el que mejor relata el nacimiento de Jesús.
­ Junto con Mateo y Marcos constituye los tres Evangelios sinópticos que relatan hechos comunes.
­ El de Lucas es el más amplio de los tres.
­ El primer milagro narrado tiene que ver con la inquietud de los griegos respecto al demonio; Lucas 4,33-35: En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza; «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos. sin hacerle ningún daño.
En tanto que Juan ya conocía los demás Evangelios y redacta el suyo como un complemento a éstos y para aclarar desviaciones de algunas comunidades.
­ Presenta una cristología elevada y profunda.
­ El primer milagro de Jesús es conocidísimo Juan 2,1: Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí...

Segunda Parte: La escucha de la Palabra

No es lo mismo oír que escuchar; existe una gran diferencia entre oír y escuchar; escucha implica atención y entendimiento. Hay una anécdota de una oferta de empleo para un telegrafista a la que acudieron una gran cantidad de personas que entraban a un salón y esperaban ser llamados; pero sólo uno  de ellos descifró un mensaje en clave morse que estaba siendo emitido en el lugar dando instrucción de abrir una determinada puerta y entrar a una oficina; al hacerlo, sólo él ganó el puesto.
Dios siempre nos habla, somos nosotros quienes, a veces, no escuchamos.
Las enseñanzas de Jesús están en la Sagrada Escritura.
El es La Palabra de Dios.
El que quiere seguirlo debe leerla y meditarla.
En el Concilio Vaticano II se citó una frase de San Jerónimo: “quien desconoce la Escritura desconoce a Cristo”.

Para ser discípulo hay que escuchar al Maestro
En este contexto, escuchar significa no sólo entender, sino aún más: acatar
1ª Samuel 3,1-11: “...Habla Señor, que tu siervo escucha”.
Habla Señor que tu siervo escucha: tiene que ser la actitud de todo discípulo.
Eclesiástico 6,33: “Si te gusta escuchar, aprenderás, si pones atención, te instruirás”.
Al leer la Palabra, tenemos que escuchar al Maestro y poner atención a lo que nos dice.
Los libros sapienciales, es decir los escritos por los sabios, aconsejan muchas veces escuchar y poner atención para adquirir sabiduría:
Proverbios 1,8: “Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no desprecies la lección de tu madre”.
Proverbios 4,1: “Escuchen hijos la instrucción del padre...”
Antes de darle sus mandatos e instrucciones al pueblo de Israel, Dios, mediante Moisés, les dice en Deuteronomio 6,4: “Escucha, Israel. Yahvé nuestro Dios es el único Yahveh”.
Para leer la palabra, para entrar en contacto con Dios, tenemos que escuchar.

Actitudes de escucha:
Silencio:
A veces alguien está proclamando la Palabra o la estamos leyendo, mientras nuestra mente está distraída.
Se requiere silencio exterior y, sobre todo, el interior:
­ Procura, de ser posible, un lugar apartado;
­ evita los distractores tanto los audibles como los visibles.
Dios habla en el silencio:
­ Ante Dios, en la presencia de Jesús Eucarístico, el silencio te llena de su presencia en una conversación sin palabras, muda:
­ al respecto, hay una canción en que una campesinita dice:“Como no se rezar, solo vine a mostrar mi mirar”.
Hay que apagar los ruidos y las interferencias que nos puedan afectar la escucha.
­ El ruido del rencor y de la falta de perdón,
­ y si hay odio en nosotros, la voz de Dios no se podrá escuchar;
­ el ruido de la crítica;
­ y ni se diga del ruido de la envidia;
­ los ruidos de la autosuficiencia, de la vanidad y del orgullo;
­ el de las preocupaciones;
­ el ruido del pecado en nosotros;
­ el ruido producido por las tentaciones.
Oración y Palabra de Dios:
Es muy recomendable comenzar el momento de lectura bíblica con una oración:
­ La Palabra no puede entenderse con solamente con la  razón;
­ Por tanto, pide la luz y la sabiduría que viene de Dios y la acción del Espíritu Santo para poder escuchar y entender.
El Maestro se está dirigiendo a ti:
Aunque estés en un grupo, el Maestro se dirige a ti, está hablando a ti, su Palabra es para ti.
Cada capítulo, cada página, cada versículo de la Biblia está dirigido a ti.
Si en algún momento pretendes aplicar lo leído a alguien, en ese momento dejaste de ser discípulo de Dios.
La Biblia es como un álbum de fotografía familiar; en cada personaje bíblico se habla de ti o de tus actitudes en un momento de tu vida:
­ Judas, su traición;
­ Pedro, capaz de dejar todo por Cristo, pero también de negarle;
­ David, un siervo de Dios, pero que cae en el pecado;
­ el Fariseo, estricto con el cumplimiento, pero más preocupado por lo externo, por lo que se ve;
­ el Publicano, un pecador público, pero capaz de arrepentirse;
­ Martha y su excesivo activismo.
Sentarse:
Debemos darle al Maestro el tiempo que nos pida.
Algunas cosas no se entienden a la primera lectura, y si se entienden, a veces es solo superficialmente.
Hay que estudiarlas:
­ Leer y releer; ver los textos paralelos, si es posible, distintas versiones bíblicas.
­ Analizar; a quién hablaba, en qué contexto;
­ reflexionar: qué me dice a mí, hoy.
­ Meditar: cuál debe ser mi actitud; a qué me comprometo.
María, la amiga de Jesús, estaba sentada a sus pies, escuchando su palabra, mientras Martha estaba atareada con los quehaceres (Lucas 10,39).
­ Jesús dice que María eligió la mejor parte.
Vemos que gran parte de las enseñanzas de Jesús se efectuaban en ambientes sentados:
­ el sermón de la montaña;
­ sentado en la barca se dirigía a la multitud en la orilla;
­ cuando querían apedrear la mujer adúltera;
­ sentado comiendo con pecadores;
­ la última cena.
En las escuelas se está sentado.
­ Con calma;
­ facilita la atención y la comprensión;
­ favorece la escucha y la reflexión;
­ crea un clima de confianza;
­ elimina la prisa;
­ ayuda al descanso.
Para oír a Dios hay que “sentarse”:
­ No es tanto una postura de cuerpo;
­ es relajarse en cuerpo y alma;
­ en actitud de apertura y receptividad;
­ la Palabra de Dios debe ser escuchada sin prisa;
­ tenemos que entrar en la profundidad de nuestro yo.
Frecuentar su enseñanza:
La lectura de la Palabra debe ser asidua, es decir frecuente, constante.
Hay que buscar tiempo:
­ Hay que fijarse tiempo para leer la Sagrada Escritura: cinco, diez, quince minutos, es lo mínimo;
­ una hora sería lo mejor;
­ diariamente.
Isaías 50,4: “El Señor me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído para escuchar como los discípulos”.
Salmo 119, 97: “¡Oh, cuanto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”.
Salmo 1,1-2: “Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta, mas se complace en la ley de Yahvé, su ley susurra día y noche.
Dios quiere que siempre nos recordemos de sus preceptos: Deuteronomio 6,6-9: “Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal y serán como una insignia en tu frente; las escribirás en la entra de tu casa y en la puerta”.
­ Es decir en todo momento y todo lugar tener la Palabra con nosotros;
­ vivir la Palabra.
Entre las tantas cosas buenas que nos dejó el Concilio Vaticano II está la exhortación a la lectura frecuente de la Sagrada Escritura.
Conversión:
Solo oír o leer no hace al discípulo,
y no se aprende si no se tiene ganas de aprender;
se requiere participar con el deseo de aprender la enseñanza y llevarla a la práctica:
­ porque aprender significa prenderse de una enseñanza, hacerla suya.
­ Es decir, aprender algo es vivirlo;
­ no se aprende un oficio, deporte, música o baile solo en teoría: si no lo sabe ejecutar, no lo sabe en realidad.
No soy discípulo de Jesús, si conociendo sus enseñanzas, no las pongo en práctica; por eso Él dice: Lucas 11,28: “Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”. Y el Apóstol Santiago dice: Santiago 1,22: “Pongan por obra la Palabra y no se contenten solo con oírla, engañándose a ustedes mismos. Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla en práctica, ese se parece al que contempla su imagen en un espejo: se contempla, pero en yéndose, se olvida de cómo es”.
La actitud fundamental de quien escucha la Palabra de Dios es, pues, la conversión:
­ El deseo llevado a la realidad de cambiar nuestras vidas, sentimientos, ideales, modo de actuar y ser.
Oír la Palabra es dejar que se meta en cada uno de nosotros:
­ Como la semilla en una tierra fértil;
­ y que germine y produzca frutos.
­ Que en toda decisión a tomar nos preguntemos: ¿qué me dice el Señor? ¿Qué haría Jesús en una situación como esta?
­ Y que podamos decir como el salmista en el Salmo 119,105: Tu Palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino.

La escucha también tiene que ser colectiva
Dios quiere que todos se salven, por eso la Palabra de Dios resuena verdaderamente en la comunidad.
Es para cada uno de nosotros individualmente, pero como miembros de una comunidad.
Dios habla a los profetas personalmente, pero para que lleven el mensaje al pueblo.
La Palabra es para vivirla en la comunidad:
En la Iglesia, que es la casa de la Palabra;
en la familia, que debe ser Iglesia doméstica;
en el vecindario, que debe ser segunda familia;
en el trabajo, donde debemos proyectar nuestra fe.
Los libros epistolares, es decir las cartas de la Biblia, están dirigidas a, o son dirigidas desde comunidades.
San Pablo escribe a “las iglesias”, es decir a comunidades cristianas:
1ª Tesalonicenses 1,1: “Pablo, Silvano y Timoteo a la iglesia de los Tesalonicenses...”
Gálatas 1, 2: “...y todos los hermanos que conmigo están, a las Iglesias de Galacia”.

Somos Iglesia
La Sagrada Escritura es canon, regla de fe y de vida para la comunidad y cada uno de sus integrantes.
La Palabra de Dios congrega, es decir, hace iglesia
La palabra iglesia significa asamblea, es la reunión de los que han escuchado la Palabra de Dios que los convoca:
­ Siempre habrá “iglesia”, es decir personas atraídas por la Palabra y reunidas en torno a ella y por ella.
La eficacia de la Palabra consiste, entre otras cosas:
Si la oímos con fe nos dará fuerza para unirnos aún más y solidarizarnos.
Y cuando todos los hombres la escuchen:
­ seremos las ovejas atendiendo a la voz del Buen Pastor, 
­ y habrá un solo rebaño reunido por un solo Pastor.

La Lectura orante de la Palabra de Dios
Hay un método para leer y orar con la Palabra de Dios en profundidad, es la Lectio Divina; tiene cuatro pasos.
Lectura; luego de invocar el Espíritu Santo, se lee el texto seleccionado, que puede ser el correspondiente a una lectura litúrgica del día.
Meditación; es principalmente mental y en silencio. Aquí la imaginación juega un gran papel y tiene que caminar siempre de la mano de la reflexión, acompañada de una profunda actitud de conversión continua.
Oración; este es el momento de hablarle a Dios que previamente nos ha estado hablando a nosotros en los pasos precedentes. Aquí tenemos que permitir al Espíritu Santo que obre en nosotros y a partir del texto que ha sido leído y meditado nos dirigimos a Dios, agradeciendo o pidiendo según consideremos mas conveniente.
Contemplación; en el cuarto y último de los pasos básicos de la Lectio divina contemplamos la Palabra. La contemplación es el más profundo de los tipos de oración; su esencia es el silencio, y es absolutamente personal. Consiste en dejarse impregnar de lo que se contempla, hasta ser parte de ello. En la contemplación no se buscan razonamientos ni expresiones, sino que se busca anular los sentidos propios. Aquí ya no hablamos acerca del pasaje que leímos y meditamos, sino que nos introducimos en lo que éste nos expresa. De ese modo entramos en contacto con Dios en una de sus tres naturalezas que está presente y nos habla mediante su Palabra. Básicamente consiste no en hablar de Dios, sino en estar con él.
Acción es un paso extra para concluir; es el momento de asumir el compromiso de convertir en fe viva lo que hemos leído, agradando a quien le hemos orado, poniendo en práctica lo que hemos meditado, y yendo de la mano de quien hemos contemplado.

¡Dulce es el Verbo de Dios!

Señor Jesús,
Palabra viviente de Dios
que de tu Padre eres la audible voz
que calma hoy mi inquietud,
que yo escuche lo que dices Tú
de lo que acontece a mi alrededor;
que tu Palabra guíe siempre mi acción
y, al ser tuya, sea mi faro de luz;

tu Espíritu me dé entendimiento
sembrándola en mi corazón,
y germinando en mi interior
conduzca mis sentimientos;

que con ella yo acalle los ruidos
que sé que habrán de venir
tratando de apartarme de Ti
pues eso procura el maligno;
que yo asuma, Señor, el camino
que tu Palabra me invita a seguir
ahora y en el porvenir,
pues me quieres, Tú, como amigo.

Señor, no dejes nunca de hablarme,
quiero oír siempre tu voz.
¡Dulce es el Verbo de Dios!,
el don de la escucha, dame.

Amén.