nada a los hombres, pero da si puedes,
da sonriendo y con amor; no midas
jamás la magnitud de tus mercedes.
Nada te debe aquel a quien le diste;
por eso tú su gratitud esquiva.
Él fue quien te hizo el bien, ya que pudiste
ejercer la mejor prerrogativa,
que es el dar, y que a pocos Dios depara.
Da, pues, como el venero cristalino,
que siempre brinda más del agua clara
que le pide el sediento peregrino.