No hay más que dos amores

(De "Oraciones Para rezar por la calle" por Michel Quoist)

Hemos sido creados por amor y para el amor. En la tierra aprendemos a amar. Al llegar nuestra muerte se nos examinará sobre el amor.

Si estamos ya bien entrenados, nos iremos a vivir eternamente el Amor.

Pero cada vez que aquí abajo nos amamos a nosotros mismos (egoísmo) falseamos el rumbo de nuestro destino y del destino del Universo.

No hay más que dos amores: El amor a nosotros mismos y el Amor a Dios y a los otros.

Vivir es simplemente escoger entre estos dos amores.

Nadie puede servir a dos señores, pues, o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien adhiriéndose al uno, menospreciará al otro (Mt 6,24).

El que ama a su hermano está en la luz, y en él no hay escándalo. El que aborrece a su hermano está en tinieblas, y en tinieblas anda sin saber a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos (1 Jn 2,10-11).

No hay más que dos amores, Señor: el amor a mí mismo, el amor a Ti y al prójimo.
Y cada vez que yo me amo es un poco menos de amor para Ti y los demás,
una fuga de amor,
una pérdida de amor.
Pues el amor ha sido hecho para salir de mí y volar hacia los otros.

Cada vez que el amor retorna a mí se marchita, se pudre y muere.
El amor propio, Señor, es un veneno que absorbo cada día.
El amor propio me ofrece un cigarrillo y no ofrece al vecino.
El amor propio se queda con la mejor porción y se guarda el mejor sitio.
El amor propio acaricia mis sentidos y roba el pan de la mesa de los otros.
El amor propio habla mucho de mí y me hace sordo a la palabra de los demás.
El amor propio elige por su cuenta e impone lo elegido al amigo.
El amor propio me disfraza y engalana, quiere hacerme brillar oscureciendo al prójimo.
El amor propio está lleno de compasión hacia mí y menosprecia el sufrimiento ajeno.
El amor propio encomia mis ideas e ignora las de los demás.
El amor propio me encuentra virtuoso, me llama hombre de bien.
El amor propio me incita a ganar dinero y a gastarlo a mi gusto, a atesorarlo para el porvenir.
El amor propio me aconseja dar limosnitas para acallar mi conciencia y vivir en paz.
El amor propio me calza de charol y me sienta en butaca.
El amor propio está satisfecho de mí, me adormece
gentilmente.

Y lo más grave es que el amor a mí mismo es un amor robado,
estaba destinado a los demás, ellos lo necesitaban para vivir, para crecer y yo lo he desviado
y así mi amor va creando el sufrimiento humano,
así el amor de los hombres hacia sí mismos crea la miseria humana
todas las miserias humanas
todos los dolores humanos:

El sufrimiento del pequeño al que pega su madre y el del hombre a quien el patrón riñe ante sus compañeros,
el sufrimiento de la chica fea solitaria en el baile y el de la esposa a quien el esposo ha dejado ya de abrazar,
el sufrimiento del niño que dejamos en casa porque estorba y el del abuelo de quien los peques se burlan porque es demasiado viejo,
el sufrimiento del hombre ansioso que no ha podido contar su tristeza y el del adolescente inquieto de cuyo dolor se han reído,
el sufrimiento del desesperado que va a tirarse al río y el del bandido que va a ser ejecutado,
el del parado que quisiera trabajar y el del obrero que gasta su salud por un sueldo irrisorio,
el sufrimiento del padre que amontona su familia en una sola habitación junto a un edificio vacío,
y el de la madre cuyos hijos pasan hambre mientras se echan a la basura las sobras del banquete,
el sufrimiento de quien muere a solas mientras su familia en la habitación contigua espera el desenlace fatal tomando café...

Todos los sufrimientos
todas las injusticias, las amarguras, las humillaciones, las penas, los odios, las desesperaciones,
todos los sufrimientos son un hambre insatisfecha, un hambre de amor.
Así los hombres han ido construyendo lentamente, egoísmo tras egoísmo, un mundo desnaturalizado que aplasta a sus hermanos,
así los hombres sobre la tierra gastan su tiempo en hartarse de su amor marchito,
mientras a su alrededor los demás mueren de hambre tendiendo hacia ellos sus brazos.
Hemos malgastado el amor
y tu Amor.

Esta tarde te pido que me ayudes a amar.

Concédeme, Señor, que reparta el verdadero amor por el mundo.
Haz que, a través de mí y de tus hijos, tu Amor penetre un poco en todos los ambientes, en todas las sociedades, en los sistemas económicos y políticos,
en todas las leyes, en los contratos, en los reglamentos.
Haz que penetre en los despachos, las fábricas, los barrios, las casas, los cines, los bailes.
Haz que penetre en los corazones de los hombres y que yo jamás me olvide de que la lucha por un Mundo Mejor es una lucha de amor, al servicio del amor.

Ayúdame a amar, Señor,
a no malgastar mi torrente de amor
a amarme cada vez menos para amar cada vez más a los otros.

Y que en torno mío nadie sufra o muera, por haberle robado yo el amor que a él le hacía falta para
seguir viviendo.

Hijo mío: jamás llegarás tú a poner bastante amor en el corazón del hombre
y en él mundo
pues el hombre y el mundo tienen hambre de un amor infinito
y sólo Dios puede amar con un amor sin límites.
Pero si tú lo quieres, hijo, yo te daré mi Vida,
tómala en ti,
te doy mi Corazón, os lo doy a mis hijos.
Ama con mi corazón, pequeño mío,
y todos juntos saciaréis al mundo y le salvaréis.