Dame el amanecer con su corola,
la fresca tierra con sus frescos ríos
y la montaña con su larga cola
de desafíos.
Dame la piedra y su contorno duro.
Dame la libertad con su albedrío.
El fondo inmenso y el fragor maduro
del mar bravío.
Dame los cielos con su nombre hermoso.
Dame su anchura donde yo te sienta,
donde estar vivo puede ser reposo
que no se aumenta.
Dámela Tú. ¡Que pueda yo tocarte,
meter mi mano en los espesos cielos,
y tropezarte vivo y arrancarte
vivo y sin velos!