cada día el Señor, atento, lo celebra,
y a fin de que el paisaje se embellezca y varíe,
desparrama colores y arcos iris enhebra.
Que son de Dios pinturas —en las que Dios sonríe—:
las manchas del leopardo, las rayas de la cebra,
en el tigre bordados, por que en rey se atavíe,
y escamas de esmeralda dedica a la culebra.
Tanto que a las vaquitas —esas de San Antonio—
adornó con lunares como puntos en íes,
blancos sobre las negras, negros en carmesíes.
Su lápiz, Su pincel, siempre en ágil diseño,
hasta en las cosas fútiles dejan el testimonio:
todo lo glorifica. Para El nada hay pequeño.