Lectura orante del Evangelio del Miércoles de la Semana 27 del Tiempo Ordinario: Lucas 11,1-4


El auxilio de tu Santo Espíritu pedimos, Señor, para poder entender correctamente el mensaje que nos traes en este momento en que oraremos con tu Santa Palabra, y para que nos impulse a aplicarlo en nuestra vida. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Lucas 11,1-4: Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».

b) Contexto histórico y cultural

Jesús responde al pedido de los discípulos de que les enseñara a orar, con una sencilla, pero profunda oración para todos los tiempos, en la que nos sentimos hijos de Dios y fomentamos la reconciliación entre los hermanos.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

La oración que agrada a Dios

La oración que agrada a Dios:
concisa, no palabrera;
en que reconozca de Él
su voluntad y grandeza,
en que pida por lo de hoy,
mañana oraré a la vuelta;
pedir también protección
contra el maligno que tienta;
siempre incluir el perdón;
pedir a Dios lo conceda
cuando yo también perdone,
sino me vendrá condena.
Por eso en una plegaria,
hoy hurgando en mi conciencia
lo relativo al perdón
que el Padrenuestro me expresa,
me sale del corazón:
Padre, perdona mi ofensa,
que no es una, son bastantes
algunas de ellas, inmensas;
ayúdame a sanar
personales diferencias
prolongadas en el tiempo
como interminables guerras
convertidas en costumbre,
ya no tanto por afrenta;
¡Señor, hazme perdonar,
para lograr tu clemencia!

Amén.

3. Oración

Padre,
santificado sea tu Nombre,
venga tu Reino,
danos cada día nuestro pan cotidiano,
y perdónanos nuestros pecados
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe,
y no nos dejes caer en tentación.
Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

A sentirme hijo de nuestro Padre del cielo,
estoy invitado en este día;
también a considerar a los demás,
también como hijos de Dios;
son, por tanto, mis hermanos,
a quienes debo perdonar y amar.
Eso haré, con la ayuda del Señor.
Amén.