Lectura orante del Evangelio del Sábado de la Semana 26 del Tiempo Ordinario: Lucas 10,17-24


Señor, al disponernos a orar con tu Palabra en este día, pedimos la abundancia de tu Espíritu Santo para que nos conduzca, aclarando nuestras mentes y ablandando nuestros corazones para entender y acoger el mensaje que Tú nos haces llegar con el texto que oraremos, y para que nos anime a convertirlo en obra en nuestra cotidianidad. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Lucas 10,17-24: En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y dos, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos».

En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

b) Contexto histórico y cultural

Luego del regreso triunfante de la jornada de evangelización, Jesús hace esta oración de bendición al Padre por los resultados obtenidos con los sencillos y disminuidos, los pequeños que han acogido su Palabra.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

Te bendigo Padre

Yo también te bendigo Padre,
por haber enviado a tu Hijo
como hombre humilde y sencillo
que no presumió de ser grande.

Hablando en el mismo lenguaje,
el Cristo, de origen divino,
a los desviados del camino
se les acercó como iguales.

De hoy, soy de los miserables,
aquellos los muy pequeñitos,
a quienes Él ha prometido
que les revelaría a su Padre.

Los que presumen de sabios

Los que presumen de sabios
creyéndose inteligentes
y con "prodigiosas mentes",
se van a cerrar los labios
al no bastar los resabios
de sus palabras hirientes,
al saber que los carentes
ven a Dios más que a diario
y objeto destinatario
son de saberes ingentes.

3. Oración

Más abajo, bien bajito

Más abajo, bien bajito,
no en la cima, ni en lo alto;
nunca allá tan encumbrado
que no vea al chiquito.
Ser, de ti, un simple burrito,
sea, Señor, lo que yo aspire;
fue tu ejemplo, que él me inspire,
no las mieles del dominio
que procuran exterminio
de oponente que respire.

Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

Hacerme pequeño,
disminuir ahora,
para que Jesús me muestre
las grandezas divinas,
se me exhorta hoy;
¡pequeñito soy!
¡muéstrame al Padre, Señor!
Amén.