Lectura orante del Evangelio del Miércoles de la Semana 2 de Pascua: Juan 3,16-21


Padre Santo, en el nombre de tu Hijo Jesús, te pedimos que nos des la abundancia del Espíritu Santo en este momento de oración con tu Palabra de este día, para que podamos entender y acoger el mensaje que nos envías, y disponernos a convertirlo en acción en nuestra vida cotidiana. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Juan 3,16-21: En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios».

b) Contexto histórico y cultural

Con el pasaje del día de hoy, concluye el interesante diálogo entre Jesús y Nicodemo; procurado en secreto por este último, un fariseo de Jerusalén que se ha interesado por conocer con más detalle las enseñanzas del Señor, quien se encuentra de visita en la capital judía en ocasión de una fiesta de Pascua.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

¡Cuánto nos ama Dios!

¡Cuánto nos ama Dios! ¡Darnos su Hijo!
Que no vino a juzgar ni a condenar,
enviado a nosotros para salvar;
con tan alta gracia, Dios nos bendijo.

Ahora me toca a mi, soy yo que elijo:
entre, la mentira o la verdad,
obscuridad o luminosidad;
no es acertijo, yo elijo ese Hijo.

Amén.

3. Oración

Amadísimo Señor Jesús

Amadísimo Señor Jesús,
te quiero expresar mi gratitud
por haberme salvado en la cruz;
te pido que me des la virtud
de poder ver por siempre tu luz,
siendo parte de tu multitud.

Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

Sentirme intensamente amado por Dios,
amor expresado en la pasión de su Hijo Jesús;
y responder a ese amor con la conversión real,
es mi compromiso a partir de hoy.
Amén.