Lectura orante del Evangelio del Domingo (Ciclo A) de la Semana 3 de Adviento: Mateo 11,2-11


Que tu Espíritu me auxilie

Que tu Espíritu me auxilie,
Señor, al orar tu Palabra,
para que mi mente se abra
y mi corazón se ablande;
que el llamado que me haces
lo responda sin tardanza
y con toda confianza,
porque el premio es bien grande.

Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Mateo 11,2-11: En aquel tiempo, Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!».

Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Éste es de quien está escrito: ‘He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino’. En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él».

b) Contexto histórico y cultural

Con la admiración ganada con su vida y predicación, Juan el Bautista ha formado una comunidad de discípulos; sin embargo, la verdad le ha llevado a la cárcel al denunciar la convivencia marital de Herodes con la esposa de su hermano Filipo. Desde la prisión se comunica y envía a Jesús los emisarios del texto del pasaje de hoy.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

No espero a otro

Yo soy el ciego, también el cojo,
leproso y sordo, que, medio muerto
por ser pobre, es tenido al menos
y tratado como defectuoso.

Todo eso he sido y más, y hasta es poco,
ya que no mencioné cuánto peco;
pero con la gracia de este tiempo,
a lo que ofreces, Señor, me acojo.

Es sólo a ti, pues no espero a otro;
más nadie puede dar el consuelo
de Dios, amor que baja del Cielo;
yo quiero estar entre tus dichosos.

Amén.

3. Oración

Señor que has de venir

Señor que has de venir,
que la espera no me canse,
ni me haga desesperarme,
porque tarde en ocurrir;
ayúdame a insistir
y por siempre esperarte.

Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

A la espera confiada en la llegada del Señor,
sin que haya desesperación ni desaliento por la tardanza,
se me continúa invitando en este día;
esa es mi acción, con la ayuda de Dios.
Amén.