La enfermedad en sí (no ésta o aquella enfermedad) es producto del pecado.
Si nos arrepentimos del pecado y nos convertimos a Dios,
necesariamente van a cesar las consecuencias del pecado.
Confieso que hay personas que viven en pecado y que son sanadas por el Señor,
pero también soy testigo que la mayor parte de las que reciben curación
son llevadas a un arrepentimiento.
Sin embargo el camino más normal es el que encontramos en el Evangelio.