(De "El Jesuita; conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio", por Sergio Rubín y Francesca Ambroguetti)
La vocación religiosa es una llamada de Dios ante un corazón
que la está esperando consciente o inconscientemente.
A mí siempre me impresionó una lectura del breviario
que dice que Jesús lo miró a Mateo en una actitud que,
traducida, sería algo así como “misericordiando y eligiendo”.
Ésa fue, precisamente, la manera en que yo sentí
que Dios me miró durante aquella confesión.
Y ésa es la manera con la que Él me pide que siempre mire a los demás:
con mucha misericordia y como si estuviera eligiéndolos para Él;
no excluyendo a nadie, porque todos son elegidos para el amor de Dios.
“Misericordiándolo y eligiéndolo” fue el lema de mi consagración como obispo
y es uno de los pivotes de mi experiencia religiosa:
el servicio para la misericordia y la elección de las personas en base a una propuesta.
Propuesta que podría sintetizarse coloquialmente así:
“Mirá, a vos te quieren por tu nombre,
a vos te eligieron y lo único que te piden es que te dejes querer”.
Ésa es la propuesta que yo recibí.