(Expresión de Mons. Tihámer Toth)
¿Es posible que el culto de María entorpezca el culto de Dios y lo ponga en segundo término? ¿Hay en el mundo una obra maestra cuya magnífica hermosura haga menguar la admiración que sentimos por el artista? El maestro es siempre más grande que su obra, y nosotros sabemos que lo que hay de hermosura, encanto y virtud en María se debe a su maestro, al Dios infinito.