Nosotros oramos pero no podemos forzar la mano de Dios,
El puede tener un plan mucho más hermoso que el nuestro,
El puede curarnos o concedernos la sanación completa:
el encuentro definitivo en la vida eterna donde no hay lágrimas, luto ni muerte.
Por tanto es fundamental la actitud de abandono confiado en las manos amorosas del Padre.
Este abandono en sí ya es una gracia inmensa.
Quien se abandona a Dios recobra la paz profunda que el mundo no puede dar.
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