tal vez habré pecado por débil o indecisa,
mas lo que sé de cierto es el deber cumplido
y que a tu Ley por siempre me mantuve sumisa.
He querido morir, Señor, pero he vivido;
harto pausadamente sin darme a loca prisa,
pensando en los que estaban y en los que habían partido,
como alguien que —de todos los que quiere— precisa.
Desde hoy en adelante, estar Contigo quiero;
amando u olvidada, viviendo o en la muerte,
es mi única añoranza lo que a todo prefiero:
ser Contigo, Señor, y conservarme fuerte,
para que en el instante de mi postrer segundo
me lleves amoroso al verdadero mundo.