Me he atrevido

(Marcos 1,40: Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme»)
Me he atrevido y he salido a verte
aunque mi estado, que hallan repugnante,
me ha convertido en repulsa andante,
en un cadáver viviendo su muerte;

pero esperanza es mucho más que suerte,
y, por el rechazo, muy vacilante,
ante tus pies me postro suplicante
porque, Señor, quería conocerte.

Quieras, Señor, limpiarme en este encuentro
aunque soy tabú por mi condición;
y no sólo en piel, pues más sucio hay dentro.

Y, entonces, sin asco, siendo tocado
por ti, con tu amor; de Dios, el perdón:
¡quiero!, -me dices-; ¡soy limpio y sanado!