(De "Preparación para la muerte" por San Alfonso María de Ligorio)
Considera, ante todo, que Dios merece tu amor, porque Él te amó antes que tú le amases, y es el primero de cuantos te han amado.
Los que primeramente te amaron en este mundo fueron tus padres, pero no sintieron ni pudieron tenerte amor sino después de haberte conocido.
Los que primeramente te amaron en este mundo fueron tus padres, pero no sintieron ni pudieron tenerte amor sino después de haberte conocido.
Más antes que tuvieras el ser, Dios te amaba ya.
No habían nacido ni tu padre ni tu madre, y Dios te amaba.
¿Y cuánto tiempo antes de crear el mundo comenzó Dios a amarte?... ¿Quizá mil años, mil siglos antes?... No contemos años ni siglos. Dios te amó desde la eternidad (Jeremías, 31, 3).
No habían nacido ni tu padre ni tu madre, y Dios te amaba.
¿Y cuánto tiempo antes de crear el mundo comenzó Dios a amarte?... ¿Quizá mil años, mil siglos antes?... No contemos años ni siglos. Dios te amó desde la eternidad (Jeremías, 31, 3).
En suma: desde que Dios fue Dios, te ha amado siempre ; desde que se amó a Sí mismo, te amó también a ti.
Con razón decía la virgen Santa Inés: «Otro amante me cautivó primero». Cuando el mundo y las criaturas la requerían de amor, ella respondía: No, no puedo amaros. Mi Dios es el primero que me amó, y es justo que a Él sólo consagre mis amores.
Con razón decía la virgen Santa Inés: «Otro amante me cautivó primero». Cuando el mundo y las criaturas la requerían de amor, ella respondía: No, no puedo amaros. Mi Dios es el primero que me amó, y es justo que a Él sólo consagre mis amores.
De suerte, hermano mío, que eternamente te ha amado tu Dios; y sólo por amor te escogió entre tantos hombres como podía crear, y te dio el ser y te puso en el mundo, y además formó innumerables y hermosas criaturas que te sirviesen y te recordasen ese amor que Él te profesa y el que tú le debes.
«El Cielo, la tierra y todas las criaturas -decía San Agustín- me invitan a que te ame».
Cuando el Santo contemplaba el sol, la luna, las estrellas, los montes y ríos, parecíale que todos le hablaban, diciéndole: Ama a Dios, que nos creó para ti a fin de que le amases.
Cuando el Santo contemplaba el sol, la luna, las estrellas, los montes y ríos, parecíale que todos le hablaban, diciéndole: Ama a Dios, que nos creó para ti a fin de que le amases.