Señor Jesucristo: Tú mismo me has enseñado un camino hacia una fe realmente determinante para mi vida. En el cotidiano, activo y solitario camino de amor al prójimo. En ese camino te encuentro a ti, desconocido y conocido. Llévame, Luz de la vida, por ese sendero. Concédeme andarlo con paciencia creciente y renovada.
Dame la incomprensible fuerza de arriesgarme en la entrega a los hombres y de donarme a mí mismo en el don. Entonces Tú mismo sales a mi encuentro en el prójimo, ya que formas una incomprensible unidad con quienes reciben mi amor. Tú eres quien puede asumir la vida eterna de los hombres y, al mismo tiempo, eres Aquél cuyo amor, devuelto al Padre, no deja de ser amor al hombre.
Mi fe en ti está en camino, y con el hombre del Evangelio digo: «Creo; Señor, ayuda mi incredulidad». Tú que eres el camino hacia el prójimo, guíame por tu camino. Tú eres el hermano desconocido y buscado, y en él eres Dios y por siempre. Amén.