Himno de la Liturgia de las Horas
Sin dejar la derecha de su Padre,
y para consumar su obra divina,
el sumo Verbo, que ha venido al mundo,
llega al fin a la tarde de su vida.
Antes de ser, por uno de los suyos,
dado a quienes la muerte le darían,
en el vital banquete del cenáculo
se dio a los suyos como vianda viva.
Se dio a los suyos, bajo dos especies,
en su carne y su sangre sacratísimas,
a fin de alimentar en cuerpo y alma
a cuantos hombres en este mundo habitan.
Se dio, naciendo, como compañero;
comiendo, se entregó como comida;
muriendo, se empeñó como rescate;
reinando, como premio se nos brinda.
Hostia de salvación, que abres las puertas
celestes de la gloria prometida:
fortalece y socorre nuestras almas,
asediadas por fuerzas enemigas.
Gorificada eternamente sea
la perpetua Deidad, que es una y trina,
y que ella finalmente nos conceda,
en la patria sin fin, vida infinita. Amén.