cuando soy incapaz de orar y de practicar la virtud,
entonces es el momento de buscar pequeñas ocasiones,
naderías que agradan a Jesús más que el dominio del mundo
e incluso que el martirio soportado con generosidad.
Por ejemplo, una sonrisa,
una palabra amable cuando tendría ganas de callarme
o de mostrar un semblante enojado.