El Evangelio y la buena noticia
de la venida del Señor al mundo por medio de la Virgen
no se debe escribir en pergaminos,
sino en el corazón y en nuestras entrañas.
En esto se diferencian la ley escrita y la ley de la gracia:
aquélla fue esculpida en piedra,
mientras que la nueva ley se imprime en el corazón del hombre
por la efusión del Espíritu Santo y de su gracia.