Lectio divina: la lectura orante de la Palabra de Dios


En los últimos años la lectura orante de la Palabra de Dios, mejor conocida como Lectio divina, ha ido adquiriendo gran popularidad entre los católicos de todas las edades y nacionalidades. Convendría entonces dedicar unas líneas dirigidas a orientar a aquellos no tan conocedores del tema y que podrían interesarse en aplicar a sus prácticas religiosas espirituales esta interesante metodología que permite orar y contemplar, mediante la lectura y meditación de los textos bíblicos con la finalidad de mejorar la vida de fe y acercarse más a Dios mediante su Palabra.

Algo de historia

No obstante el creciente entusiasmo al respecto, esta práctica no es nueva en la Iglesia; probablemente ha sido actualizada y adaptada a las nuevas realidades de quienes la practican, aprovechando los adelantos en el conocimiento bíblico, así como la mayor disponibilidad de textos confiables con comentarios sobre los distintos pasajes  de la Sagrada Escritura. Ya en los siglos XII y XIII algunos monjes habían escrito algo acerca de la Lectio divina, citando sus pasos esenciales: la lectura, la meditación, los comentarios interiores, y el disfrute del texto. Algunos conocedores del tema incluso osan ubicar los inicios remotos de la Lectio divina a la época patrística de la Iglesia por allá por los siglos III y IV, mencionando para ello a Orígenes y a San Gerónimo y sus respectivas expresiones de estímulos al gozo de la lectura de la Palabra de Dios.

Sin embargo, la escasa disponibilidad de Biblias y su limitado acceso, contribuyeron a que la Lectio divina no alcanzase popularidad entre los fieles. Es luego del Concilio Vaticano II, con su Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Palabra de Dios, que la práctica de la lectura orante de la Biblia comienza su ascenso en la simpatía general tanto del clero como de los laicos. Numerosos documentos y mensajes del Magisterio de la Iglesia de los últimos tiempos valoran este tipo de lectura y oración bíblica. En nuestro entorno cultural y regional, el Documento Conclusivo de Aparecida, del año 2007, proporciona un buen impulso estimulante a la lectura orante, como forma de vivir la presencia la Palabra de Dios entre nosotros, cuando en el numeral 249 expresa:
"Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura hay una privilegiada al que todos estamos invitados: la Lectio divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro, al conocimiento del misterio de Jesús-Mesías, a la comunión con Jesús-Hijo de Dios, y al testimonio de Jesús-Señor del universo. Con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación), la lectura orante favorece el encuentro personal con Jesucristo al modo de tantos personajes del evangelio: Nicodemo y su ansia de vida eterna, la Samaritana y su anhelo de culto verdadero, el ciego de nacimiento y su deseo de luz interior, Zaqueo y sus ganas de ser diferente. Todos ellos, gracias a este encuentro, fueron iluminados y recreados porque se abrieron a la experiencia de la misericordia del Padre que se ofrece por su Palabra de verdad y vida. No abrieron su corazón a algo del Mesías, sino al mismo Mesías, camino de crecimiento en “la madurez conforme a su plenitud” (Efesios 4,13), proceso de discipulado, de comunión con los hermanos y de compromiso con la sociedad."
La Lectio divina

Ahora, de un modo breve y sin pretender redactar un manual del tema, describamos más detalladamente qué se requiere y en qué consiste la Lectio divina. Lo primero es que Lectio significa lectura, en tanto que divina es sagrada o santa; por tanto, si vamos a hacer una lectura santa, el entorno también tiene que serlo. Es decir que necesitamos un ambiente externo adecuado, lo cual incluye obviamente el silencio; la hora del día seleccionada puede ser determinante para estos fines; igualmente lo es el lugar escogido. También se requiere que nuestro interior pueda estar en capacidad de sosegarse y acoger la Palabra; para ello la ayuda del Espíritu Santo es fundamental. De hecho, pedir el auxilio del Espíritu Santo tiene necesariamente que ser la oración inicial o de apertura.

Para una Lectio divina sin presión del tiempo se recomienda disponer de un mínimo de una hora, tratando de no exceder las dos horas de duración total para evitar el cansancio. La duración de cada etapa individual se determina en la práctica con el desarrollo del conjunto. Tomar notas es de gran utilidad en todo el desarrollo del proceso.

1. Lectio

Luego de invocar el Espíritu Santo, procedemos al primer paso de la Lectio: la lectura del texto seleccionado, que puede ser el correspondiente a una lectura litúrgica del día, sea del Oficio Divino o de la Misa diaria, o del Domingo próximo; también puede ser un pasaje bíblico escogido por alguna razón propia que procure estímulo espiritual o motivacional en algún aspecto determinado de nuestra vida espiritual.

El texto se lee pausadamente cuantas veces sea necesario para adentrarnos en su significado, por lo que la disponibilidad de tiempo no debe constituir una presión. Los participantes en la Lectio deben estar conscientes que esta no es una oración o ejercicio espiritual de apenas 15 minutos.

Si la Lectio es personal, cada quien escogerá la extensión de los intervalos de lectura y si ésta es en voz alta o no; cuando es comunitaria, conviene hacerla por versos, en voz alta y alternando lectores. En ambos caso la lectura se repite cuantas veces se precise.

Durante la lectura es importante tener en cuenta el contexto político, social, cultural y religioso de la época en que el pasaje fue escrito; los géneros literarios empleados, la simbología y las imágenes usadas; qué pretendió expresar el hagiógrafo o autor sagrado; a quienes iba dirigido el mensaje; cuál era la esencia del mensaje que Dios quería transmitir. Para eso nos debemos auxiliar de fuentes confiables como son versiones bíblicas idóneas, con notas explicativas cualificadas relativas a los pasajes analizados. Recurrir a la lectura de los textos bíblicos paralelos y relacionados es también de gran ayuda en esta etapa de la Lectio.

2. Meditatio

La segunda etapa de la Lectio divina es la meditación. Es principalmente mental y en silencio. Aquí la imaginación juega un gran papel y tiene que caminar siempre de la mano de la reflexión, acompañada de una profunda actitud de conversión continua.

La Palabra de Dios es espada afilada que interpela al que la escucha, produciendo algún efecto en él. Qué me dice ese texto a mi, hoy, ahora? Se trata de hacer propias la Palabra y su mensaje. Cada uno debe aplicarse a sí mismo el texto que previamente ha sido leído. De ese modo nos convertimos en uno de los personajes del texto. Dios te habla a ti, se refiere a ti. Tú eres quien le ha amado, o quien le ha odiado; a quien él se está refiriendo. Se trata de introducirnos en el contexto del mensaje de la Palabra y relacionarlo con la vida nuestra y nuestra relación con Dios.

En esta fase tenemos que despojarnos de nuestras máscaras, ser sinceros y cuestionarnos en qué aspectos debemos mejorar y cómo se relaciona ese objetivo con el pasaje que se medita. Evitar el error de intentar aplicar el texto a otras personas: Cristo y yo, somos los personajes centrales; la relación entre nosotros es la que está siendo meditada y que precisa ser mejorada.

3. Oratio

El tercer paso de la lectura orante es la oración. Este es el momento de hablarle a Dios que previamente nos ha estando hablando a nosotros en los pasos precedentes. Aquí tenemos que permitir al Espíritu Santo que obre en nosotros y a partir del texto que ha sido leído y meditado nos dirigimos a Dios, agradeciendo o pidiendo según consideremos mas conveniente.

Es una oración espontánea que tiene que salir del corazón expresando nuestro sentir y aspiraciones, relacionando la realidad de nuestra vida y sus necesidades, desde un enfoque personal y comunitario, con el pasaje con el cual se está orando. Aquí puede libremente aflorar la culpa, la alegría, la alabanza en el tipo de oración; también se puede orar con canciones o salmos.

En la Lectio divina comunitaria, necesariamente esta es una etapa o paso en voz alta.

4. Contemplatio

En el cuarto y último de los pasos básicos de la Lectio divina contemplamos la Palabra. La contemplación es el más profundo de los tipos de oración; su esencia es el silencio, y es absolutamente personal. Consiste en dejarse impregnar de lo que se contempla, hasta ser parte de ello. En la contemplación no se buscan razonamientos ni expresiones, sino que se busca anular los sentidos propios.

Aquí ya no hablamos acerca del pasaje que leímos y meditamos, sino que nos introducimos en lo que éste nos expresa. De ese modo entramos en contacto con Dios en una de sus tres naturalezas que está presente y nos habla mediante su Palabra. Básicamente consiste no en hablar de Dios, sino en estar con él.

5. Operatio

Un quinto paso de la Lectio divina se refiere al compromiso que se adquiere luego de haber estado en una presencia tan grande de Dios como la que se experimenta en la lectura orante de su Palabra. Esa experiencia necesariamente debe llevarnos a la acción. Por tanto debe reflejarse en el trabajo apostólico y en las buenas obras con los necesitados, imagen de Cristo.

Llega entonces el momento de asumir el compromiso de convertir en fe viva lo que hemos leído, agradando a quien le hemos orado, poniendo en práctica lo que hemos meditado, y yendo de la mano de quien hemos contemplado.

Es entonces el momento de vivir la Lectio divina que acaba de concluir.

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