puro y cristalino como una fuente.
Dame un corazón sencillo que no saboree las tristezas;
un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión;
un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal.
Fórmame un corazón manso y humilde, amante sin pedir retorno,
gozoso al desaparecer en otro corazón ante tu divino Hijo;
un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre,
que con ninguna indiferencia se canse;
un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo,
herido de su amor, con herida que sólo se cure en el cielo.