Señor, cuando vuelvas, como te has marchado, como un verdadero hombre, te has de encontrar a ti en nosotros como el sufrido, el paciente, el fiel, el bondadoso, el abnegado, como quien se mantiene unido al Padre aun en las tinieblas de la muerte, como el lleno de amor y de alegría.
Señor, has de encontrarte en nosotros como nosotros quisiéramos ser y no somos. Pero tu gracia no sólo se ha quedado, sino que ha venido precisamente a nosotros porque Tú, al subir para sentarte a la derecha del Padre, has derramado tu Espíritu en nuestros corazones.
Por eso creemos verdaderamente, contra todo lo que nos dice la experiencia, que Tú continúas tu vida en nosotros, aun cuando desgraciadamente encontramos en nosotros a nosotros mismos y no a ti.
Subiste al cielo y te sientas a la derecha del Padre con nuestra vida. Vas a volver con esa misma vida para encontrar la tuya en la nuestra. Y el que Tú la encuentres va a construir nuestra eternidad, cuando mediante tu vuelta hayamos entrado en la gloria de tu Padre con todo lo que somos, lo que vivimos, lo que tuvimos y lo que sufrimos.
Subiste al cielo y te sientas a la derecha del Padre con nuestra vida. Vas a volver con esa misma vida para encontrar la tuya en la nuestra. Y el que Tú la encuentres va a construir nuestra eternidad, cuando mediante tu vuelta hayamos entrado en la gloria de tu Padre con todo lo que somos, lo que vivimos, lo que tuvimos y lo que sufrimos.