¿Por dónde comenzar el desprendimiento de uno mismo?
Lo primero es quitarse de encima la preocupación de la propia salud.
¡Es algo sorprendente el excesivo cuidado que le prodigamos a nuestro cuerpo!
Es preciso ubicar cada cosa en su lugar.
El objetivo de nuestra vida es servir a Cristo
y para eso es conveniente mantener la salud y fuerzas corporales.
Pero muchas veces sucede lo contrario,
se cuida la salud y el físico como si fueran la meta de nuestra vida,
y los días y los años transcurren en esos cuidados.
Si nos dejamos dominar por el temor de posibles enfermedades,
nunca haremos nada.
También es buen camino para el desprendimiento de sí mismo,
el no andar quejándose por pequeñas dolencias o dolores.
Si se puede aguantar, es mejor callarse.
Cuando el mal es serio,
ya nos daremos cuenta.