Rítmica, mansa, la oración camina
con la dulce cadencia persistente
con que deshace el surtidor la fuente,
con que la brisa la hojarasca inclina.
Tú que esta amable devoción supones
monótona y cansada y no la rezas
porque siempre repite iguales sones...
Tú que no entiendes de amores y tristezas:
¿Qué pobre se cansó de pedir dones,
qué enamorado de pedir ternezas?