Con Cristo se nos aviva la faz,
con Él hemos resucitado todos.
Se renuevan las vides y los modos,
se entona el gloria y se dona la paz.
Quien a Cristo sigue todo es capaz.
Quien camina con su luz no halla lodos.
Para Dios no hay rodeos, ni recodos,
sólo vida y una vida en glorioso haz.
Imprime en nosotros, Señor, el sello
del Resucitado cada mañana,
que el deleite de acentuado destello,
tan esperado como pulcro y bello,
penetre como sol en la ventana
del alma y florezca el amor por ello.