Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde hay un árbol que plantar, plántalo tú;
donde hay un error que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú;
sé el que apartó del camino la piedra,
el odio de los corazones
y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo,
pero hay sobre todo, la inmensa,
la hermosa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo
si todo él estuviera hecho;
si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que emprender.
No caigas en el error
de que sólo se hacen méritos
con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios:
arreglar una mesa,
ordenar unos libros,
peinar una niña.
Aquél el que critica,
éste el que destruye;
sé tú el que sirve.
El servir no es una faena de seres inferiores.
Dios que es el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse.. ¡el que sirve!
Y tiene sus ojos en nuestras manos
y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol? ¿A tu hermana? ¿A tu madre?