Mateo 11,2-11: anuncien a Juan lo que están viendo y oyendo


En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos:

-¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

Jesús les respondió:

-Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:

-¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis, a ver a un Profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti.» Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.

REFLEXIÓN:

La Navidad está cada vez más cerca, ya hemos recorrido más de la mitad del tiempo de Adviento; nuestra preparación para recibir al Señor debe ir en paralelo con ese transcurrir, y nuestros corazones se deben iluminar cada vez más.

En este fin de semana celebramos el tercer Domingo de Adviento, también llamado Domingo Gaudete, es decir Domingo de regocijo. Las Coronas de Adviento que tienen un cirio rosado, lo encienden en esta ocasión. Es el único domingo de Adviento en que el penitencial color morado puede ser reemplazado por el rosado como color litúrgico.

Este domingo es un oasis de alegría en medio de la espera alerta del Adviento; el motivo se expresa en la antífona de entrada de la celebración eucarística, cuyo texto es tomado de la Carta de Pablo a los Filipenses (Flp 4,4-5): "Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres. El Señor está cerca". La alegría por la pronta llegada del Señor marca, pues, el tono festivo de este Domingo.

En el texto del Evangelio que estamos viendo hoy, Juan el Bautista, quien en ese momento se encuentra en la cárcel por orden del rey Herodes, envía mensajeros a preguntar a Jesús si él es el esperado Mesías. Es que Juan, es conocedor de la profecía de Isaías: "Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará" (Is 35,4-6). Como dice el pasaje de hoy, ha oido de las acciones de Jesús; es como si le mandara a decir: ¿Que esperas?, ¡Dilo ya!

La paciencia es una virtud a la que todos estamos llamados en nuestra vida cristiana. El primer Adviento demoró siglos hasta la encarnación el Verbo. A menudo, los problemas y dificultades del día a día intentan minar nuestra capacidad de espera y llevarnos a la desesperación. Juan el Bautista estaba en una situación personal difícil. Su anuncio se refería a una llegada inminente del Salvador, en tanto que éste no se manifiesta públicamente como tal, su vida está corriendo peligro en la cárcel de un rey desquiciado. Pero los planes del Señor son siempre superiores a los nuestros. El tiempo no rige el accionar de Dios, por tanto debemos cultivar la paciencia que es don y tarea en nuestras vidas.

La respuesta del Señor a Juan, mediante sus enviados, es una confirmación de que el mensaje que él había transmitido en el desierto y en el Jordán acerca de Jesús es veraz: "anuncien a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia"; en otras palabras, es como si le mandara a decir: Yo soy, espera y confía.

A esperar y confiar estamos invitados todos hoy, principalmente en este Adviento. Cristo vino hace más de 2000 años y sigue viniendo cada día a nuestras vidas. Aunque estemos en la peor y más desesperante situación, como se encontraba en aquel momento el Bautista, Jesús no nos abandona, incluso lo que puede parecer muerte puede ser transformado en vida. El viene a nuestro encuentro como iniciativa suya, es una gracia que no merecemos pero que él siempre está dispuesto a concedérnosla. Abramos nuestro corazón en este tiempo especial, y pidamos con fe y vehemencia que se haga presente, que venga a nuestro interior y nuestra vida; y nosotros esperemos primero con esperanza, y recibámoslo luego con alegría.

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