Con motivo de la celebración en la República Dominicana de la Solemnidad de Nuestra Señora de la Altagracia, Protectora del Pueblo Dominicano, la Conferencia del Episcopado Dominicano ha emitido una Carta Pastoral. A continuación publicamos un resumen de la misma, gentilmente facilitado por el Vicario de Pastoral de la Diócesis de San Francisco de Macorís, Reverendo Padre Felix Rosario.
CONFERENCIA DEL EPISCOPADO DOMINICANO
RESUMEN DE LA CARTA PASTORAL 2010
En la introducción de la Carta Pastoral los obispos señalan que el motivo principal de la misma es el Año Sacerdotal, convocado por su Santidad Benedicto XVI, con motivo de los 150 años de la partida al reino celestial del Padre Juan María Vianney (Santo Cura de Ars), Patrono de todos los sacerdotes, de gran testimonio y vida ejemplar como pastor. El objetivo del Año Sacerdotal es “promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo”.
La Carta quiere ser una exhortación a todos los sacerdotes para continuar con entusiasmo, con fidelidad y generosidad su servicio al pueblo dominicano y una oportuna ocasión para reflexionar con los fieles católicos y con los hombres y mujeres de buena voluntad, sobre la esencia y la misión del sacerdote.
En el primer capítulo de la Carta, los Obispos destacan cuatro elementos fundamentales presentes, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, de la institución del sacerdocio:
a) Es una persona elegida por Dios, es decir, que toda vida humana es una elección divina, tiene su valor absoluto insustituible y posee una alta dignidad. Es Dios quien elige a cada ser humano desde antes del vientre de su madre (Cfr Jer 1,5) y de esta elección participamos todos.
b) Es una persona llamada por Dios. Lo que indica que nadie se apropia esta llamada, pues es Dios quien llama y a la persona le toca responder. Esto significa, al mismo tiempo, que la elección del sacerdocio no es primeramente iniciativa humana, sino ante todo pura voluntad divina.
c) Es una persona consagrada para Dios; señalando que en la Biblia el término “consagración” hace referencia a la pertenencia total y absoluta a Dios de una cosa o de una persona. De este modo, el sacerdote, por el sacramento del Orden se consagra exclusivamente a Dios y es en este sentido que se debe entender el mismo celibato sacerdotal, es decir, como una entrega total a Dios y una donación incondicional a la humanidad. Son llamados al sacerdocio aquellos que han hecho una experiencia profunda de Dios, la que los capacita para hacer una donación total de sí por la causa del Reino y han sido elegidos por la Iglesia, después de un adecuado discernimiento sobre si tiene el carisma del celibato.
d) Es una persona enviada por Dios. Aquí se destaca el hecho de que la misión específica del sacerdote es la misma de Cristo: conducir los hombres hacia Dios, es decir, ser puente entre Dios y los hombres y entre los hombres y Dios. De ahí la necesidad hoy de sacerdotes-discípulos, sacerdotes-misioneros y sacerdotes-servidores, tal como señala el Documento de Aparecida (DA 199).
El segundo capítulo de la Carta Pastoral señala algunos aportes de sacerdotes a nuestra identidad dominicana, afirmando que la figura del sacerdote, a pesar de las debilidades, siempre ha estado presente a lo largo de nuestra interesante y accidentada historia. “Son muchísimos los sacerdotes de congregaciones, órdenes e institutos seculares que cada día han ido sembrando paz, justicia social, comunión, desarrollo, integración, ya sea en la pastoral social, educativa, cultural, religiosa y familiar, cuyos aportes son de gran trascendencia y que hicieron posible que la Iglesia Católica sea tan valorada en la sociedad dominicana”.
En el tercer capítulo de la Carta Pastoral, la Conferencia del Episcopado Dominicano puntualiza algunos elementos que se esperan de este año sacerdotal, afirmando que se impone la presencia generosa y el testimonio fecundo de los sacerdotes, frente al desequilibrio que impera en la sociedad dominicana, originado por la crisis familiar acuciante, la drogadicción que parece arroparnos, el comportamiento amoral de los partidos políticos, el clima de corrupción en que vivimos y la situación de inseguridad, delincuencia, violencia, crimen y corrupción que amenazan la sana convivencia y la identidad de nuestra sociedad. Frente a todo esto, el testimonio será posible si logramos tener una sólida y profunda experiencia del encuentro con Cristo.
El Año Sacerdotal debe ser una hermosa oportunidad, no sólo para los sacerdotes, sino también para todos los laicos del pueblo de Dios, para que todos fortalezcamos nuestra vocación y misión, que es llevar a Cristo a cada dominicano, a cada familia y a toda la sociedad.
En este sentido, los obispos expresan un agradecimiento a tantos sacerdotes que, renunciando a la posibilidad de tener una familia propia, aceptan con alegría dedicar su vida al servicio del pueblo de Dios. Además, se reconoce la presencia cercana de los sacerdotes a las comunidades más alejadas y abandonadas, donde no solamente están con las personas para escucharles, sino también involucrándose con ellas en la búsqueda de soluciones a sus múltiples problemas y necesidades. Al mismo tiempo invitan a los sacerdotes a “no desfallecer ante el mundo y mantener en alto la frente, a pesar de que nos reconocemos débiles, pero con una conciencia clara de que todo lo podemos en Aquel que nos conforta (Cfr Fil 4, 13)”.
Por otra parte, los obispos exhortan a los laicos a amar y apoyar los sacerdotes, a orar por ellos, ya que siendo hombres como todos los demás, muchas veces sienten desaliento, soledad y tentación. “Ellos y nosotros necesitamos de sus oraciones, de su amor, su comprensión y de su perdón, para permanecer fieles y poder perseverar en tan alta responsabilidad encomendada por el Señor a nuestros débiles hombros. Somos conscientes de que el mundo no nos entiende, pero sí nos necesita”.
Al final de la Carta Pastoral, los obispos hacen un llamado a la solidaridad con el hermano pueblo de Haití, ante la tragedia acaecida por el terremoto del pasado 12 de enero, donde perdieron la vida miles de nuestros hermanos haitianos, dominicanos y de otras nacionalidades. “Hacemos un llamado, tanto a la comunidad nacional, como internacional para que salgamos todos en auxilio del vecino país, el más pobre del Continente”.
Los obispos concluyen su Carta Pastoral citando al Papa Benedicto XVI quien confía este Año Sacerdotal a la Santísima Virgen María, “pidiéndole que suscite en cada presbítero un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia que inspiraron el pensamiento y la tarea del Santo Cura de Ars”.