De rodillas

Las rodillas en el suelo
cuando llego a su presencia,
mucho más que reverencia
son un gozo, no flagelo.

Del que reina allá en el cielo,
cuya obra a la vista,
de su amor por mí, es pista,
¿estar cerca, no es anhelo,
bien cerquita así sin velo?
Aunque duras sean las sillas
y sus cojines sean de astillas,
sentado no molestará;
e hincado, no perturbará
que en el piso  haya gravillas.

Contemplando maravillas,
no hay artrosis ni hay edad;
con Él en intimidad,
ya no duelen mis rodillas.

Amén.

Orar y obrar

(Texto de Santa Teresa de Jesús)

El mismo Señor dice: Ninguno subirá a mi Padre, sino por Mí; no sé si dice así, creo que sí; y quien me ve a Mí, ve a mi Padre. Pues si nunca le miramos ni consideramos lo que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le podemos conocer ni hacer obras en su servicio; porque la fe sin ellas y sin ir llegadas al valor de los merecimientos de Jesucristo, bien nuestro, ¿qué valor pueden tener? ¿Ni quién nos despertará a amar a este Señor?

Plega a Su Majestad nos dé a entender lo mucho que le costamos y cómo no es más el siervo que el Señor, y qué hemos menester obrar para gozar su gloria, y que para esto nos es necesario orar para no andar siempre en tentación.

Dar; darse

(Texto de santa Teresita del Niño Jesús)
No, no me basta dar a todo el que me pida;
he de aplicarme a adivinar los deseos,
de mostrarme muy agradecida,
muy honrada de poder hacer algún servicio,
y si me llevan algo de mi uso,
parecer alegre de que me hayan desembarazado de él.

¡Dulce es el Verbo de Dios!

(1 Pedro 2,2: Como niños recién nacidos, deseen la lecho pura de la Palabra, que los hará crecer para la salvación)
Señor Jesús,
Palabra viviente de Dios
que de tu Padre eres la audible voz
que calma hoy mi inquietud,
que yo escuche lo que dices Tú
de lo que acontece a mi alrededor;
que tu Palabra guíe siempre mi acción
y, al ser tuya, sea mi faro de luz;

tu Espíritu me dé entendimiento
sembrándola en mi corazón,
y germinando en mi interior
conduzca mis sentimientos;

que con ella yo acalle los ruidos
que sé que habrán de venir
tratando de apartarme de Ti
pues eso procura el maligno;
que yo asuma, Señor, el camino
que tu Palabra me invita a seguir
ahora y en el porvenir,
pues me quieres, Tú, como amigo.

Señor, no dejes nunca de hablarme,
quiero oír siempre tu voz.
¡Dulce es el Verbo de Dios!,
el don de la escucha, dame.

Amén.