Vísperas del Martes del Semana III del Salterio, en el Tiempo Ordinario


V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno:

Estoy, Señor, en la ribera sola
del infinito afán. Un niño grita
entre las olas, contra el viento yermo;

A través de la nada
van mis caminos
hacia el dolor más alto,
pidiendo asilo.

La espuma me sostiene,
y el verde frío
de las olas me lleva,
pidiendo asilo.

Hacia el amor más alto
que hay en mí mismo,
la esperanza me arrastra,
pidiendo asilo.

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo. Amén.

Salmodia:

Antífona 1: El Señor rodea a su pueblo.

Salmo 124. El Señor vela por su pueblo

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: El Señor rodea a su pueblo.

Antífona 2: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Salmo 130. Abandono confiado en los brazos del Señor

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Cántico de Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12. Himno de los redimidos

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Lectura breve: Carta a los Romanos 12, 9-12

Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres; estad firmes en la tribulación; sed asiduos en la oración.

Responsorio breve:

V. Tu palabra Señor, es eterna, Más estable que el cielo.
R. Tu palabra Señor, es eterna, Más estable que el cielo.
V. Tu fidelidad de generación en generación.
R. Más estable que el cielo.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Tu palabra Señor, es eterna, Más estable que el cielo.

Cántico Evangélico

Antífona: Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.

Magníficat:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.

Preces:

Invoquemos a Dios, que ha infundido la esperanza en nuestros corazones, y digámosle:
Tú eres la esperanza de tu pueblo, Señor.

Te damos gracias, Señor, porque, en Cristo, tu Hijo, hemos sido enriquecidos en todo:
-en el hablar y en el saber.

En tus manos, Señor, están el corazón y la mente de los que gobiernan;
-dales, pues, acierto en sus decisiones, para que te sean gratos en su pensar y obrar.

Tú que concedes a los artistas inspiración para plasmar la belleza que de ti procede,
-haz que con sus obras aumente el gozo y la esperanza de los hombres.

Tú que no permites que la prueba supere nuestras fuerzas,
-da fortaleza a los débiles, levanta a los caídos.

Tú que, por boca de tu Hijo, nos has prometido la resurrección en el último día,
-no te olvides para siempre de los que ya han sido despojados de su cuerpo mortal.

Padre nuestro...

Oración:

Nuestra oración vespertina suba hasta ti, Padre de clemencia, y descienda sobre nosotros tu bendición; así, con tu ayuda, seremos salvados ahora y por siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.