Primeras Vísperas del Domingo de la Semana VII de Pascua (en la Ascensión del Señor)


V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno:

No; yo no dejo la tierra.
No; yo no olvido a los hombres.
Aquí, yo he dejado la guerra;
arriba, están vuestros nombres".

¿Qué hacéis mirando al cielo,
varones, sin alegría?
Lo que ahora parece un vuelo
ya es vuelta y es cercanía.

El gozo es mi testigo.
La paz, mi presencia viva,
que, al irme, se va conmigo
la cautividad cautiva.

El cielo ha comenzado.
Vosotros sois mi cosecha,
El padre ya os ha sentado
conmigo, a su derecha.

Partid frente a la aurora.
Salvad a todo el que crea.
Vosotros marcáis mi hora.
Comienza vuestra tarea. Amén.

Salmodia:

Antífona 1: Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre. Aleluya.

Salmo 112. Alabado sea el nombre del Señor

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre. Aleluya.

Antífona 2: El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Aleluya.

Salmo 116

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Aleluya.

Antífona 3: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. Aleluya.

Cántico de Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.

Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. Aleluya.

Lectura breve: Carta a los Efesios 2, 4-6

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo – por pura gracia estáis salvados –, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él.

Responsorio breve:

V. Dios asciende entre aclamaciones. Aleluya, aleluya.
R. Dios asciende entre aclamaciones. Aleluya, aleluya.
V. El Señor, al son de trompetas.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Dios asciende entre aclamaciones. Aleluya, aleluya.

Cántico Evangélico:

AntífonaPadre, he manifestado tu nombre a los hombres que me diste; ahora te ruego por ellos, no por el mundo, porque yo voy a ti. Aleluya.

Magníficat:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

AntífonaPadre, he manifestado tu nombre a los hombres que me diste; ahora te ruego por ellos, no por el mundo, porque yo voy a ti. Aleluya.

Preces:

Aclamemos alegres a Jesucristo, que se ha sentado hoy a la derecha del Padre, y digámosle:
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Oh Rey de la gloria, que has querido glorificar en tu cuerpo la pequeñez de nuestra carne, elevándola hasta las alturas del cielo,
-purifícanos de toda mancha y devuélvenos nuestra antigua dignidad.

Tú que por el camino del amor descendiste hasta nosotros,
-haz que nosotros, por el mismo camino, ascendamos hasta ti.

Tú que prometiste atraer a todos hacia ti,
-no permitas que ninguno de nosotros viva alejado de tu cuerpo.

Que con nuestro corazón y nuestro deseo vivamos ya en el cielo,
-donde ha sido glorificada tu humanidad, semejante a la nuestra.

Ya que te esperamos como Dios, Juez de todos los hombres,
-haz que un día podamos contemplarte misericordioso en tu majestad, junto con nuestros hermanos difuntos.

Padre nuestro...

Oración:

Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.