Primeras Vísperas del Domingo de la Semana V de Pascua


V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno:

Revestidos de blancas vestiduras,
vayamos al banquete del Cordero y,
 terminado el cruce del mar Rojo,
alcemos nuestro canto al Rey eterno.

La caridad de Dios es quien nos brinda
y quien nos da a beber su sangre propia,
y el Amor sacerdote es quien se ofrece
y quien los miembros de su cuerpo inmola.

Las puertas salpicadas con tal sangre
hacen temblar al ángel vengativo,
y el mar deja pasar a los hebreos
y sumerge después a los egipcios.

Ya el Señor Jesucristo es nuestra pascua,
ya el Señor Jesucristo es nuestra víctima:
el ázimo purísimo y sincero
destinado a las almas sin mancilla.

Oh verdadera víctima del cielo,
que tiene a los infiernos sometidos,
ya rotas las cadenas de la muerte,
y el premio de la vida recibido.

Vencedor del averno subyugado,
el Redentor despliega sus trofeos y,
sujetando al rey de las tinieblas,
abre de par en par el alto cielo.

Para que seas, oh Jesús, la eterna
dicha pascual de nuestras almas limpias,
líbranos de la muerte del pecado
a los que renacimos a la vida,

Gloria sea a Dios Padre y a su Hijo,
que de los muertos ha resucitado,
así como también al sacratísimo
Paracleto, por tiempo ilimitado. Amén.

Salmodia:

Antífona 1: El alzar de mis manos suba a ti, Señor, como ofrenda de la tarde. Aleluya.

Salmo 140, 1-9. Oración ante el peligro

Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.

Que el justo me golpee,
que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío
no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.

Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos
a la boca de la tumba.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: El alzar de mis manos suba a ti, Señor, como ofrenda de la tarde. Aleluya.

Antífona 2: Me sacaste de la prisión: por eso doy gracias a tu nombre. Aleluya.

Salmo 141. Tú eres mi refugio

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

Mira a la derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adonde huir,
nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor; te digo:
«Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida.»

Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Me sacaste de la prisión: por eso doy gracias a tu nombre. Aleluya.

Antífona 3: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer, y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.

Cántico de Filipenses 2, 6-11. Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer, y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.

Lectura breve: 1ª Carta de Pedro 2, 9-10

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa. Antes erais «no pueblo», ahora sois «pueblo de Dios»; antes erais «no compadecidos», ahora sois «compadecidos».

Responsorio breve:

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

Cántico Evangélico

Antífona:
Ciclo A: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Aleluya.
Ciclo B: Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Aleluya.
Ciclo C: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Aleluya.
Magníficat:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona correspondiente)

Preces:

Oremos a Cristo, vida y resurrección de todos los hombres, y digámosle con fe:
Hijo del Dios vivo, protege a tu pueblo.

Te rogamos, Señor, por tu Iglesia extendida por todo el mundo:
-santifícala y haz que cumpla su misión de llevar tu reino a todos los hombres.

Te pedimos por los hambrientos y por los que están tristes, por los enfermos, los oprimidos y los desterrados:
-dales, Señor, ayuda y consuelo.

Te pedimos por los que se han apartado de ti por el error o por el pecado:
-que obtengan la gracia de tu perdón y el don de una vida nueva.

Salvador del mundo, tú que fuiste crucificado, resucitaste, y has de venir a juzgar al mundo,
-ten piedad de nosotros, pecadores.

Te rogamos, Señor, por los que viven en el mundo
-y por los que han salido ya de él, con la esperanza de la resurrección.

Padre nuestro...

Oración:

Señor, tú que te has dignado redimirnos, y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.