Laudes del Miércoles de la Semana IV del Salterio, en el Tiempo Ordinario


V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio:

Antífona: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Salmo 94

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Himno:

Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.

Salmodia:

Antífona 1: Dios mío, mi corazón está firme.

Salmo 107. Alabanza al Señor y petición de auxilio

Dios mío, mi corazón está firme,
para tí cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora.

Te daré gracias ante los pueblos, Señor,
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.

Dios habló en su santuario:
"Triunfante, ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;

mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;

Moab, una jofaina para lavarme,
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria".

Pero, ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?

Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil;
con Dios haremos proezas,
El pisoteará a nuestros enemigos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Dios mío, mi corazón está firme.

Antífona 2: El Señor me ha vestido un traje de gala y de triunfo.

Cántico de Isaías 61, 10 – 62, 5. Alegría del profeta ante la nueva Jerusalén

Desbordo de gozo en el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como a un novio que se pone la corona,
o a una novia que se adorna con sus joyas.

Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará justicia
ante todos los pueblos.

Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que despunte la aurora de su justicia
y su salvación llamee cono antorcha.

Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes, tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo
pronunciado por la boca del Señor.

Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán “abandonada”;
ni a tu tierra, “Devastada”;
a ti te llamarán “Mi favorita”,
y a tu tierra, “Desposada”,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.

Como un joven se  casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: El Señor me ha vestido un traje de gala y de triunfo.

Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.

Salmo 145. Felicidad de los que esperan en Dios

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.

Lectura breve: Deuteronomio 4, 39-40a

Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo.

Responsorio breve:

V. Bendigo al Señor En todo momento.
R. Bendigo al Señor En todo momento.
V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor En todo momento.

Cántico Evangélico

Antífona: Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días.

Benedictus:

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días.

Preces:

Cristo, reflejo de la gloria del Padre, nos ilumina con su palabra; acudamos, pues, a él, diciendo:
Rey de la gloria, escúchanos.

Bendito seas, Señor, que iniciaste y completas nuestra fe,
-porque nos llamaste a salir de la tiniebla y a entrar en tu luz maravillosa.

Tú que abriste los ojos de los ciegos y diste oído a los sordos
-ayuda también nuestra falta de fe.

Haz, Señor, que permanezcamos siempre en tu amor,
-y que este amor nos guarde fraternalmente unidos.

Ayúdanos para que resistamos en la tentación, aguantemos en la tribulación
-y te demos gracias en la prosperidad.

Padre nuestro...

Oración:

Recuerda, Señor, tu santa alianza, consagrada con el nuevo sacramento de la sangre del Cordero, para que tu pueblo obtenga el perdón de sus pecados y un aumento constante de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.