Sin cortapisas

(Juan 15,12: Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado)
Ya no hay caras risueñas,
son hasta peor que enojadas,
diríamos que cuadradas
de voces muy carraspeñas.

Es un mundo de aislamiento
con muros de enormes peñas,
candados y contraseñas
donde ya no entra el viento
ni tampoco el sentimiento.
Rompamos, pues, armaduras,
indiferencias tan duras;
que entren y salgan brisas
de lágrimas y sonrisas
bien sinceras y muy puras.

Se acabarán ya las prisas,
compartiremos el plato,
de Dios, cumpliendo el mandato,
de amarnos sin cortapisas.

Amén.