Texto de Karl Rahner:
Aunque hayamos hecho ver que la confesión sacramental frecuente es, junto a sus efectos objetivos, una práctica de la actitud cristiana más fundamental ante Dios, y concretamente ante el Dios que perdona, es evidente que no se puede deducir de eso a priori una frecuencia matemáticamente determinable. Tal determinación exacta de la frecuencia de la confesión es cosa de la experiencia y de la comprobación positiva. Y no hay ninguna razón para dudar de que la praxis real de la Iglesia como norma general dé con lo verdadero y exacto. En el caso particular es de recomendar cierta magnanimidad y amplitud que adapten las normas generales sobre la frecuencia de la confesión a las circunstancias particulares y especiales necesidades del penitente. Pues nunca hay que olvidar que la confesión de devoción no obliga por derecho divino. Seguramente existe también una frecuencia de confesar que no puede ser intrínsecamente razonada. En esto no vale sin más el principio de que cuanto más, tanto mejor. Un juicio sacramental de Dios sobre el pecador no puede por naturaleza ser tan frecuente como, por ejemplo, el sustento diario del alma.
Con esta interpretación de la confesión frecuente por devoción no hemos dicho nada contra las diferencias de posición que esta práctica pueda tener en la vida espiritual de cada uno, ni se puede negar que la confesión pueda ser configurada y concebida de modos distintos según la enseñanza del único Espíritu de Dios a las distintas escuelas de vida espiritual.
Encontrar lo más frecuentemente posible al Dios reconciliador del modo en que el Dios de la gracia inmerecida se revela con máxima claridad: éste es el sentido de la confesión frecuente por devoción.