De los sermones de san León Magno, papa
Amadísimos:
El sacramento de la pasión del Señor, decretado desde tiempo inmemorial para la salvación del género humano y anunciado de muchas maneras a todo lo largo de los siglos precedentes, no esperamos ya que se manifieste, sino que lo adoramos cumplido.
Para informarnos de ello concurren tanto los nuevos como los antiguos testimonios, pues lo que cantó la trompeta profética, nos lo hace patente la historia evangélica, y como está escrito: Una sima grita a otra sima con voz de cascadas ; pues a la hora de entonar un himno a la gloriosa generosidad de Dios sintonizan perfectamente las voces de ambos Testamentos, y lo que estaba oculto bajo el velo de las figuras, resulta evidente a la luz de la revelación divina.
Y aunque en los milagros que el Salvador hacía en presencia de las multitudes, pocos advertían la presencia de la Verdad, y los mismos discípulos, turbados por la voluntaria pasión del Señor, no se evadieron al escándalo de la cruz sin afrontar la tentación del miedo, ¿cómo podría nuestra fe comprender y nuestra conciencia recabar la energía necesaria, si lo que sabemos consumado, no lo leyéramos preanunciado?
Ahora bien: después que con la asunción de la debilidad humana la potencia de Cristo ha sido glorificada, las solemnidades pascuales no deben ser deslucidas por la aflicción indebida de los fieles; ni debemos con tristeza recordar el orden de los acontecimientos, ya que de tal manera el Señor se sirvió de la malicia de los judíos, que supo hacer de sus intenciones criminales, el cumplimiento de su voluntad de misericordia.
Y si cuando Israel salió de Egipto, la sangre del cordero les valió la recuperación de la libertad, y aquella fiesta se convirtió en algo sagrado, por haber alejado, mediante la inmolación de un animal, la ira del exterminador, ¿cuánto mayor gozo no debe inundar a los pueblos cristianos, por los que el Padre todopoderoso no perdonó a su Hijo unigénito, sino que lo entregó a la muerte por nosotros , de modo que, en la inmolación de Cristo, la Pascua pasara a ser el verdadero y único sacrificio, mediante el cual fue liberado, no un solo pueblo de la dominación del Faraón, sino todo el mundo de la cautividad del diablo?
El sacramento de la pasión del Señor, decretado desde tiempo inmemorial para la salvación del género humano y anunciado de muchas maneras a todo lo largo de los siglos precedentes, no esperamos ya que se manifieste, sino que lo adoramos cumplido.
Para informarnos de ello concurren tanto los nuevos como los antiguos testimonios, pues lo que cantó la trompeta profética, nos lo hace patente la historia evangélica, y como está escrito: Una sima grita a otra sima con voz de cascadas ; pues a la hora de entonar un himno a la gloriosa generosidad de Dios sintonizan perfectamente las voces de ambos Testamentos, y lo que estaba oculto bajo el velo de las figuras, resulta evidente a la luz de la revelación divina.
Y aunque en los milagros que el Salvador hacía en presencia de las multitudes, pocos advertían la presencia de la Verdad, y los mismos discípulos, turbados por la voluntaria pasión del Señor, no se evadieron al escándalo de la cruz sin afrontar la tentación del miedo, ¿cómo podría nuestra fe comprender y nuestra conciencia recabar la energía necesaria, si lo que sabemos consumado, no lo leyéramos preanunciado?
Ahora bien: después que con la asunción de la debilidad humana la potencia de Cristo ha sido glorificada, las solemnidades pascuales no deben ser deslucidas por la aflicción indebida de los fieles; ni debemos con tristeza recordar el orden de los acontecimientos, ya que de tal manera el Señor se sirvió de la malicia de los judíos, que supo hacer de sus intenciones criminales, el cumplimiento de su voluntad de misericordia.
Y si cuando Israel salió de Egipto, la sangre del cordero les valió la recuperación de la libertad, y aquella fiesta se convirtió en algo sagrado, por haber alejado, mediante la inmolación de un animal, la ira del exterminador, ¿cuánto mayor gozo no debe inundar a los pueblos cristianos, por los que el Padre todopoderoso no perdonó a su Hijo unigénito, sino que lo entregó a la muerte por nosotros , de modo que, en la inmolación de Cristo, la Pascua pasara a ser el verdadero y único sacrificio, mediante el cual fue liberado, no un solo pueblo de la dominación del Faraón, sino todo el mundo de la cautividad del diablo?