(De los sermones de san Agustín, obispo)
Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos; es decir, si no sólo cumplís aquellos preceptos menos importantes que vienen a ser como una iniciación para el hombre, sino además estos que yo añado, yo que no he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud, no entraréis en el reino de los cielos.
Pero me dirás: Si cuando al hablar, unas líneas más arriba, de aquellos preceptos menos importantes, afirmó que, en el reino de los cielos, será menos importante el que se saltare uno solo de estos preceptos, y se lo enseñare así a los hombres, y que será grande quien los cumpla y enseñe –de donde se sigue que el tal estará en el reino de los cielos, pues se le tiene por grande en él–, ¿qué necesidad hay de añadir nuevos preceptos a los mínimos de la ley, si puede estar ya en el reino de los cielos, puesto que es tenido por grande quien los cumpla y enseñe? En consecuencia dicha sentencia hay que interpretarla así: Pero quien los cumpla y enseñe así, será grande en el reino de los cielos, esto es, no en la línea de esos preceptos menos importantes, sino en la línea de los preceptos que yo voy a dictar. Y ¿cuáles son estos preceptos?
Que seáis mejores que los letrados y fariseos –dice–, porque de no ser mejores, no entraréis en el reino de los cielos. Luego quien se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante; pero quien los cumpla y enseñe, no inmediatamente habrá de ser tenido ya como grande e idóneo para el reino de los cielos, pero al menos no será tan poco importante como el que se los saltare. Para poder ser grande e idóneo para el reino, debe cumplir y enseñar como Cristo ahora enseña, es decir, que sea mejor que los letrados y fariseos.
La justicia de los fariseos se limita a no matar; la justicia de los destinados a entrar en el reino de los cielos ha de llegar a no estar peleado sin motivo. No matar es lo mínimo que puede pedirse, y quien no lo cumpla será el menos importante en el reino de los cielos. En cambio, el que cumpliere el precepto de no matar, no inmediatamente será tenido por grande e idóneo para el reino de los cielos, pero al menos sube un grado.
Llegará a la perfección si no anda peleado sin motivo; y si esto cumple, estará mucho más alejado del homicidio. En consecuencia, quien nos enseña a no andar peleados, no deroga la ley de no matar, sino que le da plenitud, de suerte que conservemos la inocencia: en el exterior, no matando; en el corazón, no irritándonos.
Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos; es decir, si no sólo cumplís aquellos preceptos menos importantes que vienen a ser como una iniciación para el hombre, sino además estos que yo añado, yo que no he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud, no entraréis en el reino de los cielos.
Pero me dirás: Si cuando al hablar, unas líneas más arriba, de aquellos preceptos menos importantes, afirmó que, en el reino de los cielos, será menos importante el que se saltare uno solo de estos preceptos, y se lo enseñare así a los hombres, y que será grande quien los cumpla y enseñe –de donde se sigue que el tal estará en el reino de los cielos, pues se le tiene por grande en él–, ¿qué necesidad hay de añadir nuevos preceptos a los mínimos de la ley, si puede estar ya en el reino de los cielos, puesto que es tenido por grande quien los cumpla y enseñe? En consecuencia dicha sentencia hay que interpretarla así: Pero quien los cumpla y enseñe así, será grande en el reino de los cielos, esto es, no en la línea de esos preceptos menos importantes, sino en la línea de los preceptos que yo voy a dictar. Y ¿cuáles son estos preceptos?
Que seáis mejores que los letrados y fariseos –dice–, porque de no ser mejores, no entraréis en el reino de los cielos. Luego quien se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante; pero quien los cumpla y enseñe, no inmediatamente habrá de ser tenido ya como grande e idóneo para el reino de los cielos, pero al menos no será tan poco importante como el que se los saltare. Para poder ser grande e idóneo para el reino, debe cumplir y enseñar como Cristo ahora enseña, es decir, que sea mejor que los letrados y fariseos.
La justicia de los fariseos se limita a no matar; la justicia de los destinados a entrar en el reino de los cielos ha de llegar a no estar peleado sin motivo. No matar es lo mínimo que puede pedirse, y quien no lo cumpla será el menos importante en el reino de los cielos. En cambio, el que cumpliere el precepto de no matar, no inmediatamente será tenido por grande e idóneo para el reino de los cielos, pero al menos sube un grado.
Llegará a la perfección si no anda peleado sin motivo; y si esto cumple, estará mucho más alejado del homicidio. En consecuencia, quien nos enseña a no andar peleados, no deroga la ley de no matar, sino que le da plenitud, de suerte que conservemos la inocencia: en el exterior, no matando; en el corazón, no irritándonos.