Misericordia carece de horario;
no hay, para el bien, límite de día;
así era que el Señor nuestro lo hacía
y ahora quiere que también lo hagamos:
compadecer el dolor del hermano
sin que haya indolencia muerta y fría,
y asumir sus dolencia como mías
sin importarme sea un extraño.
Todo dolor ajeno sea mi caso
las veinticuatro horas cada día.
las veinticuatro horas cada día.
Amén.