¡Cuánto contraste!

(Lucas 22,19: Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía»)
Para el alma una dulzura,
aunque era pan, sin sal y ázimo;
desde el cielo, lo máximo,
alimentando a tu hechura
que, ante ti, soy miniatura
y, para que crezca, quedaste.
¡Oh, Señor, cuánto contraste
de comida y comensal!
¡diste ascenso celestial
a quien se había ido al traste!