Aquel ciego de Jericó

(Lucas 18,38: El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!»)
Aquel ciego de Jericó
que nunca había visto la luz,
con fuerza clamaba a Jesús,
pidiéndole su compasión.

A todos nos da una lección
que es relativa a la fe:
su figura no podía ver
pero su señorío vio;
por eso el Señor lo sanó,
pues pudo llegar a creer.