¿Veis a la tierra, por doquier creciendo,
cómo empuja los anchos horizontes,
y cómo, en ondas su extensión rompiendo,
brotan los montes?
Es que el mundo, de hinojos humillado,
a su Hacedor eterno para honrar,
con luces de volcanes adornado,
alza un altar.
¿Veis esos campos, ricos en colores,
velados por celajes de perfume,
que el aire arrebatando de las flores,
leve consume?
Es que las auras con su esencia bella
tiñen de azul y de esmeralda el suelo,
y bordando una flor por cada estrella,
copian al cielo.
Veis ese sol que bulle en el espacio,
fundiendo en oro la tiniebla oscura,
y con rayos de nácar y topacio
rasga la altura?
Es que rompiendo en fúlgida belleza
su techumbre de encajes ilusoria,
oprimida de Dios por la grandeza,
se abre la gloria.
¿Veis a la noche oscurecer la esfera,
y alzarse de los ámbitos profundos,
arrastrando su negra cabellera
sobre los mundos?
Es que de tanta inmensidad medrosa
temblando la creación con mudo espanto,
para cubrir la faz majestuosa,
tiende su manto.
¿Veis la tormenta que en los aires truena?
¿Veis desatado al aquilón bramar,
y cómo en cárcel de revuelta arena
cruje la mar?
Es que la mar, la tempestad y el viento,
uno del otro reluchando en pos,
con acorde y gigante movimiento
cantan a Dios.