El arpa

(Del poeta español Jacinto Verdaguer (1845-1902))
Es el buen Jesús
amor que más ama;
que de tanto amarnos
su vida se acaba.
Hacerme un legado
quiere, y como nada
tiene en su pobreza,
su cruz me regala.
¡Qué rico presente!,
¡y qué dulce carga!
El día primero
la llevaba a rastras,
el día segundo
la llevé a la espalda,
el día tercero
la cogí abrazada.
Viendo que Jesús
me sonríe, hacia
su gran travesaño
doy una estirada,
y la áspera cruz
la convierto en arpa,
un arpa real
que templo con lágrimas.
Por clavijas de oro
sus clavos clavara;
por cuerdas, angustias,
llantos y añoranzas,
martirios del cuerpo
y penas del alma.

Y frente a Jesús
me pongo a tocarla,
y en himnos sin fin
mi corazón salta:
Penas y amarguras,
dádmelas sin tasa;
y con vuestro arquillo,
arquillo de gracia,
atacad bien fuerte
las cuerdas de mi alma.

¡Oh Cruz, dulce Cruz,
si fueses de plata,
si fueses de oro,
no fueras más cara!
¡Oh Cruz, dulce Cruz
de Jesús amada,
pues sobre mi pecho
te tornas un arpa,
quisiera al morir
llevarte abrazada!

Brotad, pues, canciones,
y salid, tonadas,
cual aves del nido
batiendo las alas,
y al pobre exiliado
hablad de la patria.