El reloj del tiempo se ha detenido.
Esos segundos, esos minutos que asaeteaban
para precipitarme a mis trabajos y a mis búsquedas
no tienen poder sobre mí esta mañana.
Saboreo el instante
y siento que tiene más que enseñarme
que la suma de todos los instantes subsiguientes.
¿Por qué me he tomado tan pocas veces
el tiempo y el derecho de vivir?
Necesitaba justificar incesantemente mi existencia
con mi producción y con mi rendimiento,
a mis ojos y a los de los demás.
Mi existencia, en sí, no tenía valor:
no creía yo existir para los otros
y he acabado por no existir tampoco para mí.
Esta mañana tengo derecho a existir totalmente solo
y exclusivamente para mí.
Me arrogo el derecho a existir.
Y los seres y las cosas que me rodean
comienzan a existir con una existencia más densa:
también ellos comienzan a tener
el derecho a existir.
Somos un universo de existencias sólidas, reales,
igualmente importantes y respetables.
Es como si el reloj de arena de la existencia
se llenara minuto a minuto de la cantidad de realidad
que le hace estable.
Ya no es esa sensación de vacío la que hay que llenar
con actos, con palabras, con obras...
Saboreo la inmovilidad.
Existo más sin hacer nada.
Descanso sobre mi raíz.
¿Y cuál es esta raíz?
Siento cómo la existencia brota sin cesar en mí,
y el observar este movimiento basta para ocuparme.
Confío en él y no tengo ya que intervenir
ni justificarme por existir: él me justifica.
Existir justifica el existir.
Es bueno existir.
No tiene por qué «servir» para algo el existir.
No estamos obligados a servir para algo.
Ante todo, tenemos derecho a existir.
Me parece que he buscado incesantemente
justificar mi existencia
sin haber tomado la conciencia y el gusto de existir.
Hasta ahora me parecía increíble que se pudiera pasar
el tiempo sin hacer nada y no considerarlo perdido.
El tiempo no se llena metiendo cosas en él.
Mi tiempo se llena con la atención que le presto,
con el gusto que sé sacar de él,
porque le considero,
porque me considero a mí
y porque he vuelto a tomarme
el derecho a existir.
(Extracto de su diario - Octubre de 1983)