Diez millones de leyes

(De "Cristiano en el siglo XX" por Mons. Tihamér Tóth)

El hombre moderno está henchido de orgullo: siente la gran superioridad de nuestra época respecto de las demás. ¡Nunca estuvo tan alta la Humanidad! ¡Ninguna época ha progresado tanto!

Es verdad: nuestra época es «grande». Pero ¿en qué? Es grande... en el caos de sus ideas. Es grande... en sus problemas no resueltos. Es grande... en su terrible descontento.

El hombre moderno sabe mucho de entrenamientos deportivos; pero no sabe hacer un solo sacrificio por su alma.

El hombre moderno huye con espanto de toda exigencia moral, del menor esfuerzo para vencerse, del más pequeño acto de dominio sexual.

El hombre moderno es fuerte en musculatura, pero es niño de pecho en su voluntad; no tiene carácter.

El hombre moderno, ciego de orgullo, intentó romper en pedazos aquellas tablas de piedra en que está inscrita la ley de Dios. «¡Ah! ¡Yo no necesito de una ley tan anticuada! ...» Pero hoy vamos dándonos cuenta que sin esa ley, nos quedamos sin el fundamento sólido para una vida digna del hombre.

Cuanto menos nos influye el Decálogo en la vida, tanto más necesitamos de leyes y policías; pero estas medidas serán infructuosas; y se hará patente la verdad que, para la seguridad de la vida terrena, vale más un pequeño catecismo que un todo un destacamento de policías.

¿Sabéis cuántas leyes hay en los Estados Unidos... ¿Sabéis cuántas? ¡Diez millones! ¡Diez millones de leyes! No hay en el mundo quien haya podido leerlas una vez siquiera en su vida; quizá ni sus títulos; pero en este país se siguen cometiendo a diario montones de crímenes, de asesinatos, de robos...

Ahí tenéis el gran contraste: Diez millones de leyes, diez millones de mandatos humanos y crímenes horrorosos; diez frases cortas, los diez Mandamientos de la ley de Dios, y una vida feliz digna del hombre.