La venida del Espíritu Santo que Cristo había prometido, ocurrió el día de Pentecostés. Antes de la Ascensión Cristo mandó a los suyos que no marcharan de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre que El mismo les había hecho; la virtud del Espíritu Santo descendería sobre ellos. El Espíritu descendido sobre los discípulos el día de Pentecostés es el don del Padre reconciliado, y signo de reconciliación.
San Juan Crisóstomo dice en su primer sermón del día de Pentecostés: «Hace diez días nuestra naturaleza se elevó hasta el trono regio y hoy baja el. Espíritu Santo a nuestra naturaleza. El Señor ha subido hasta el cielo las primicias de nuestra naturaleza y ha enviado al Espíritu Santo... Para que nadie dude y pregunte qué ha hecho el Señor después de subir al cielo, si nos reconcilió con Dios o si gratuitamente le amistó con nosotros... para demostrarnos que el Padre estaba reconciliado nos envió inmediatamente el don de la reconciliación. Cuando los enemigos se reconcilian, se siguen invitaciones, banquetes y regalos. Enviamos hacia arriba nuestra fe y recibimos los dones del Espíritu, enviamos obediencia y recibimos justicia.»
Santo Tomás de Aquino dice: «Antes de la muerte de Cristo éramos enemigos de Dios. Primero debía ser ofrecido el sacrificio de reconciliación sobre el ara de la cruz para que, reconciliados y amistados con Dios, por la muerte del Hijo, pudiéramos recibir el Espíritu Santo.»
El regalo no podía hacerse esperar ni podía ser retenido por más tiempo. Desde la muerte salvadora de Cristo el Padre abraza con el mismo amor que a su Hijo a todos los que predestinó para hijos suyos en El. Les regala el amor con que ama a su Hijo; ese amor es el Espíritu Santo. «La gracia increada concedida en plenitud a la Cabeza debía refluir hasta los miembros de su cuerpo místico tan pronto como se cumpliera en la tierra y se ofreciera al cielo el sacrificio de la vida y muerte divino-humanas » (H. Schell).
El Espíritu Santo configuraría a quienes le recibieron como había configurado a Cristo. Tenía que hacer de ellos imágenes y figuras de Cristo. A la cuestión de por qué Cristo no envió e! Espíritu inmediatamente después de su ascensión sino después de diez días en los que los discípulos se prepararon para recibirle ayunando, rezando y sollozando, contesta San Buenaventura diciendo que «nadie será lleno de este fuego si no reza y pide y llama con pertinaz y urgente anhelo de esperanza».
Cuando vino el Espíritu Santo no fué enviado a uno o varios individuos, sino a una comunidad. Eran los discípulos que en número de ciento veinte se habían reunido en el cenáculo. Su coexistencia espacial era símbolo de su interna unión. El hecho de que fuera una comunidad y no un individuo sobre quien descendió el Espíritu Santo caracteriza esta venida del Espíritu frente a las anteriores ocurridas en el Antiguo Testamento.
La venida del Espíritu el día de Pentecostés ocurrió en público, lo mismo que la muerte de Cristo había ocurrido ante las puertas de Jerusalén delante del pueblo judío y del imperio romano. La presencia del Espíritu Santo se anunció en un signo visible que todos pudieron ver y oír; un ruido que atravesó la casa como un huracán y lenguas como de fuego atestiguaron a los discípulos la presencia divina e hicieron que los judíos se dieran cuenta de que ocurría algo raro. Aunque los últimos interpretaron mal los signos, no pudieron sustraerse de su poder intranquilizador.
Quienes presenciaron los sucesos de aquella tarde sabían que Dios enviaba el fuego como heraldo de su llegada. Habían oído que Dios mismo es fuego devorador. El fuego es símbolo de la gracia de Dios y de su ira. Para el reino mesiánico había sido profetizado que la ira de Dios pasaría como fuego por entre los hombres.
El reino mesiánico irrumpió el día de Pentecostés. Es la última época; quien vive en ella debe esperar que caerá sobre él la justicia si no se aparta de los pecados y se convierte. Las lenguas de fuego simbolizan la presencia del Espíritu Santo, la gracia y la justicia simultáneamente. Como gracia y juicio había sido profetizada su venida, y ya en la primera hora de su presencia se presiente el juicio, aunque la fuerza consoladora de su proximidad lo llena todo.
También esta revelación de Dios estaba expuesta a malentendidos. A la admiración de unos se mezcló la burla de otros: han bebido mosto. Pero justamente ese malentendido dio ocasión a que la comunidad llena del Espíritu Santo se presentara en público ante la ciudad y ante todo el mundo. Entre los videntes y oyentes había hombres de todos los países. En virtud del Espíritu de Dios recién recibido Pedro da testimonio de Cristo delante de la turba reunida en nombre de todos los que habían recibido el Espíritu; su testimonio dice que Dios ha resucitado a quien los judíos mataron; que ahora está sentado a la derecha del Padre y ha enviado el Espíritu Santo, tal como estaba anunciado en antiguas profecías. Todo el que hiciera penitencia y se bautizara en el nombre de Jesucristo podría participar del Espíritu.
Con estas palabras Pedro y todos los otros en cuyo nombre hablaba confesaron a Cristo; se presentaron como una comunidad fundada por Cristo y llena del Espíritu Santo; y eso mismo les pareció a los oyentes del sermón; el testimonio de los ciento veinte sobre Cristo les hizo visibles como una comunidad instituida por Cristo en el Espíritu Santo; el testimonio en favor de Cristo les situó en el ámbito de la publicidad y de la visibilidad en que Cristo había estado; lo mismo que El, iban a estar desde ahora a los ojos de todo el mundo.
La Iglesia de Cristo está a los ojos de todo el mundo, y además el mundo es su campo. Esto es lo que significaba ¡a pluralidad de lenguas habladas por los discípulos. Primariamente significa el proceso íntimo de la plenitud del Espíritu, pero a la vez significa que todos los pueblos están llamados a la unidad de la fe. La palabra de Dios es predicada y oída en todas las lenguas. La Iglesia se desliga así de su vinculación a un pueblo para convertirse en Iglesia de todo el mundo. También se indica que los discípulos llenos del Espíritu Santo predican el evangelio de Cristo a los gentiles.
La Iglesia de Cristo está a los ojos de todo el mundo, y además el mundo es su campo. Esto es lo que significaba ¡a pluralidad de lenguas habladas por los discípulos. Primariamente significa el proceso íntimo de la plenitud del Espíritu, pero a la vez significa que todos los pueblos están llamados a la unidad de la fe. La palabra de Dios es predicada y oída en todas las lenguas. La Iglesia se desliga así de su vinculación a un pueblo para convertirse en Iglesia de todo el mundo. También se indica que los discípulos llenos del Espíritu Santo predican el evangelio de Cristo a los gentiles.