Triste cosa es condenarme,
mucho dolor no ir al cielo,
grande pena el desconsuelo
que no queráis perdonarme;
y con todo eso, si darme
quisierais la facultad
de elegir mi eternidad,
ni quiero, ni me acomodo,
sino que en todo y por todo
se haga vuestra voluntad.
No necesitáis de quien
alabe vuestra clemencia,
porque sois en vuestra esencia
vuestro ser y vuestro bien;
pero haced que yo también
sea en vuestra eterna memoria,
haced que cante victoria
en la patria celestial.
Porque, aunque sea accidental,
tengáis de más esta gloria.
Yo soy la oveja afligida
que por áspero camino
al hombro os echasteis fino
porque la hallasteis perdida.
Por ella disteis la vida
en un madero después;
¿pues qué inconsecuencia es
que, la que Pastor cargáis,
como Padre la tengáis
en el cielo a vuestros pies?
Y de ellos no me levanto
sin vuestra gracia y perdón.
admitiendo el corazón
el fiador que da en su llanto.
Con él os afianzo tanto
mi pesar y mi dolor.
Que tuviera por mejor
morirme o no haber nacido,
antes que haber ofendido
la bondad de tal Señor.