¡Oh Dios!, eterno misterio de nuestra vida;
por el nacimiento de tu Propia Palabra de amor en nuestra carne
has plantado la majestad eternamente joven de tu vida en nuestra propia existencia
y has hecho que se manifieste victoriosamente.
Concédenos en la experiencia de la decepción de nuestra vida la fe de que tu amor,
que eres Tú mismo y que Tú nos has dado,
sea la eterna juventud de nuestra verdadera vida.