Lectura orante del Evangelio del Martes de la Semana 5 de Cuaresma: Juan 8,21-30


Te pedimos, Señor, que en este momento de oración con tu Palabra nos infunda de un modo especial tu Santo Espíritu, para que acogiendo el mensaje que ella contiene, seamos transformados y conducidos a tu encuentro. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Juan 8,21-30: En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:«Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados».

Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.

b) Contexto histórico y cultural

El Señor se encuentra en el Templo, centro de la religiosidad y lugar considerado santo por los judíos; pero en la situación en que se encuentra, respecto a quienes ejercen el control del lugar, parecería que ha entrado en la cueva del lobo, pues los fariseos continúan al acecho en un constante acoso que no impide que la verdad del mensaje de Jesús continúe generando simpatía.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

Unísono con tu Padre

Unísono con tu Padre
Tú eres, Señor, cuando hablas;
y molestia habrá de causar
a las sombras tu Palabra
que al alumbrar esclarece
y su maldad les delata;
por eso, no entender, fingen,
tus expresiones bien claras;
pero aún así Tú insistes;
que todos cambien, Tú tratas;
aunque no quieran oír,
tu Verbo nadie lo calla;
y si a alguien le disgusta
y sus dos oídos tapa,
Tú continúas hablando
porque, al Padre, eso le agrada.
Palabra viva es tu voz;
por favor, no calles, habla;
del cerumen del pecado,
tu voz, oídos destapa;
y yo seguiré a la escucha
hasta que los míos se abran.

Amén.

3. Oración

Tú eres, Señor,
el Hijo de Dios,
Dios encarnado,
la Palabra hecha carne,
que por nosotros te has anonadado;
sufriendo nuestras dolencias,
sin perder tu condición de Dios.
Gracias por tu sacrificio,
gracias por tanto amor.
Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

Reconocer a Jesús,
como el Hijo de Dios,
que nos salva con su cruz,
tiene que ser mi acción permanente;
eso haré, con la ayuda de Dios.
Amén.