La familia es escuela de humanidad, escuela que enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros, a estar atento a la vida de los demás. Cuando vivimos bien en familia, los egoísmos quedan chiquitos –existen porque todos tenemos algo de egoísta–, pero cuando no se vive una vida de familia se van engendrando esas personalidades que las podemos llamar así: “yo, me, mi, conmigo, para mí”, totalmente centradas en sí mismos, que no saben de solidaridad, de fraternidad, de trabajo en común, de amor, de discusión entre hermanos. No saben. A pesar de tantas dificultades como las que aquejan hoy a nuestras familias en el mundo, no nos olvidemos de algo, por favor: las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad. Una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger y acompañar. Es una manera de decir que son una bendición. Cuando empiezas a vivir la familia como un problema, te estancas, no caminas, porque estás muy centrado en ti mismo.